sábado, 3 de diciembre de 2016

una pizca, no más

Otra vuelta de tuerca

Me estoy muriendo un poco cada día,
una pizca, no más, una mota de polvo, unas escamas
horadando la encía, enturbiándome el iris, sedimentando al fondo del alvéolo,
no merece la pena, por tan poquita cosa, entregarse al fervor del paranoico,
vivir, a fin de cuentas, es un proceso irreversible,
respirar
pone en funcionamiento la alegría, despierta las pasiones,
pero enturbia la arteria a fuerza de insistir hora tras hora, quién
renunciaría a abrir, al despertar, los vastos ventanales
para que el sol nos colme, la luz nos alimente, el aire se abra paso en el pulmón,
aunque al fin nos escale la garganta la quemadura de un escalofrío,
las mantas, el termómetro, el paracetamol,
nadie puede
esquivar siempre el golpe, hoy, por ejemplo,
me cogió por sorpresa la franca hostilidad de una bombilla
fundida en el espejo, algo
tan mínimo y atroz que daban ganas de encerrarse a cal y canto
              y colgar un cartel de Se traspasa,
es cierto que nada hay más seguro que la final inclinación de todo afán 
       al desaliento,
pero esta tos, esta desesperanza,
este pájaro huérfano picoteando en la boca del estómago,
a qué negarlo, hoy
me he muerto un poco más que de costumbre,
la cuestión
es cómo hacer ahora, sin reparar en bajas,
para sobrevivirme.

(Eduardo García*, en Duermevela, 2014)

* el poeta, profesor de filosofía, murió en abril

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