miércoles, 8 de junio de 2016

domus

El domingo presentaremos este cuaderno de versos.
Versos de andar. Versos de ver y, casi, de tocar. Versos que dialogan entre sí, y con los sueños. Con el pasado: el que fue, y el que bien pudo haber sido. Con el presente que tanto tarda en irse.
Los amigos, las amigas, ya están avisados (y, por lo mismo, advertidos). Puede que el fin de tanto afán no sea más que el de poder charlar un rato, juntos una tarde de domingo, y compartir. Y estar un tiempo entretenidos.
Tratándose de quienes se trata, hasta puede que haga acto de presencia algún poeta -alguna de esa condición sabemos que vendrá- y que podamos, incluso,  divertirnos. Y aprenderemos: ya se encargarán los que saben de explicarnos qué es una domus.




                  
                     Sed de río

dirá el poeta
y con razón
que es el azar el que al final decide
el orden exacto y regular de toda urdimbre
el lugar donde han de estar las hebras
todas
con que trenzar cabalmente tu relato
crónicas que habrán de ser una y la misma
por más que escritas por distinta mano

que es la emoción
y es el asombro
aquel del que naciera el saber todo
el cordel con que se hilvanan las palabras
que hablan de ti
las que te dicen y te cuentan y te aman

estoy aquí
apenas si es la aurora
aquella cuyos dedos cantara otro poeta
la que tiñe de rosa tus cimientos:
hace rato que callaron los llantos
los ayes los gemidos
del amor de la guerra de los partos
es la paz el silencio de estos campos

me he llegado despacio hasta el brocal
bajando lentamente de los cerros
atrás las aspas quietas
allá enfrente el verdear de las cebadas
la cambiante luz de las lagunas
y el sueño en azul de los flamencos
la sierra oscura al fondo y la silueta
de modernos molinos de luces apagadas
más acá las dos morretas
de los juegos de nietos y de abuelo
y un vasto horizonte que se abre al caminante

de los pozos el recuerdo
de un lugar que se dice en femenino
como hondón de remansar oscuro
panjías de la vega de El Gigüela
la niñez en el frescor de los regueros
cántaros de llevar en las caderas
aguas con que amasar el pan de cada día
que cuecen las mujeres en el horno
y custodian con celo en los escriños

puede, sí, más el vivir que tantos libros
por más que sin ellos no cupiera
lugar para el recuerdo
y sea la memoria el alambique
que destila la verdad de nuestros sueños
ese vivir a la sombra dulzona de una higuera
mera ficción también sus brevas
negreando en el verso del poeta

es la vida, y su ajetreo,
que se asoma ya impaciente
a medida que el sol ha ido creciendo
la que quiero celebrar aquí contigo
pozo perenne
sin duda más Gigüela que Guadiana
si se trata de hermanarte con un rio
aquí donde mis manos abrazaron su sonrisa
mis ojos los de un feliz adolescente
sorprendido
por los colores intensos de tus tierras
sabiendo que será
la mies hebra dorada en unos meses
antes de que el otoño
de nostalgia acelere nuestros pasos.

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