miércoles, 13 de enero de 2016

enero, y trece

Ni un amago de superstición en un día de vocerío callado. Hoy es 13, y miércoles, despejado pues para consortes y navegantes. Y asistiendo al encono de una mayoría de quienes lo hacen por internet (twitter en especial), ciegos de esa viga propia que les oculta casi por completo un raciocinio ya de por sí nublado, con la charla de fondo en una cadena televisiva entregada tiempo ha al periodismo que olvida el elemental rigor del rigor debido a sus espectadores, he pasado la mañana esperando el advenimiento de lo nuevo en la constitución del Congreso de los Diputados (del Senado, visto el paisaje y el paisanaje, me reafirmo en que lo mejor que nos puede pasar es que desaparezca cuanto antes)
Espera infructuosa la mía. Ni rastro de los anunciados nuevos tiempos, ni de la pregonada nueva política, ni siquiera de esas nuevas luces que harían palidecer las luces viejas. No. Y hasta parece echado al olvido, condenado al infierno de lo reprobable, que la práctica del diálogo, de la transacción y el acuerdo, del pacto, forma parte de la buena -y bella: léase a la italiana, que viene a decir lo mismo- política, si es que no consiste en ello su esencia misma. Los no agraciados con el resultado de los asientos a ocupar en la Mesa arremeten sin ahorrar (des)calificativos, despectivos los más, y no se cansan de hablar de chanchullos y traiciones, amén de avisar de males sin cuento... y lo vocean y gritan quienes más ignoran qué -o qué no- se ha negociado y con quién. O con quién no. Prueba de que la prometida transparencia, ese 'luz y taquígrafos', parece que anda todavía por estrenar.
Ninguna novedad, aunque sea la noticia y aun el debate más enconado en estos momentos, la presencia del niño/bebé cuya madre decidió llevarlo consigo a tan significativo acto. Otros niños, otras madres, lo hicieron antes en ocasiones similares. Y si nada ocurrió para tanto alboroto entonces, ¿a qué lo de hoy, salvo que queramos que la historia se haya detenido hasta este enero o, a més a més,  se pretenda que tenga su momento inaugural el día de la fecha? Y que conste que a mi me parece bien que una madre se haga acompañar de su hijo lactante, aunque carezco de información sobre si esta en concreto también asistió con él a las reuniones negociadoras que encabezó.
Ninguna novedad, ni siquiera la de los abucheos a los que tan aficionados son los que así (de)muestran su mala educación -tratándose de estos, en general de pago- por la fórmula de acatamiento a la Constitución que han utilizado una parte de los nuevos. Ni novedad en la bronca, ni novedad en la fórmula. Corrían los tiempos idos -¿viejos?- de 1987 cuando algunos acatábamos la Constitución a la vez que reafirmábamos nuestro compromiso de respeto a la voluntad popular y de cumplimiento de nuestro programa. Y si entonces no hubo nada, ¿a qué, me pregunto, este revuelo desmemoriado de ahora?
De haber hecho la mili podría quizás decir hoy aquello de 'sin novedad en el Congreso' salvo por la elección, por vez primera, de un presidente del Congreso que no milita en las filas del partido que mejor resultado ha obtenido en las elecciones. Patxi López es un tipo que me cae bien,  y eso que hoy no llevaba ningunos versos preparados para la ocasión.

A pesar de todo, un servidor, culpable y reincidente, no pierde la esperanza. Camino vamos de los cuarenta años de democracia, casi tantos ya como los que duró la dictadura que muchos padecimos. Y ese camino no lo hemos recorrido en vano. Tampoco los últimos cuatro años, donde no hubo lugar ni al acuerdo ni a la transacción ni al pacto.
Tengo la esperanza de que aprendan -también los 'viejos´- a gestionar una pluralidad que, esa sí, está de estreno, preferible en mi opinión a cualquier mayoría absoluta. Y de que alguien les recuerde a sus señorías dos cosas: que cada una de ellas, y todas ellas juntas, representa a todos los ciudadanos (a todos sin excepción, también a aquellos que no los votaron), y que, por lo mismo, ninguna de sus señorías está sujeta a mandato imperativo alguno o, dicho más por lo derecho, que su partido no manda más que su conciencia.

Dicho lo cual, ¿se me perdonará si confieso que quizás la mejor noticia de hoy sea la publicación de Paris-Austerlitz,  la última -y por desgracia, póstuma- novela de Rafael Chirbes? Una novedad de la que, a buen seguro, no me arrepentiré. 
Puede que de esa hablemos, sin ruido de fondo, otro día. 
Aunque sea martes y sea 13.

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