martes, 25 de agosto de 2015

lluvia

De hermoso e inquietante califica Carmen Martín Gaite el resultado de esa búsqueda a la vez paciente y desesperada que convirtió a Rafael Chirbes en escritor después de haber vivido -sin prisas, dice doña Carmen- una etapa ascética de aprendiz exigente que le permitió dar por buenas las páginas de su primera novela publicada.
El resultado no es otro que Mimoun, la primera que Chirbes dio en publicar, y la última en yo leer, ahora en una edición digamos que conmemorativa, veinte años después, en la que acompañan al texto otros de CMG y del propio editor, Jorge Herralde. Y por Herralde me entero de que fue Martín Gaite quien apadrinó el estreno de Chirbes como escritor con obra.
No es de extrañar así que en un hermoso escrito -en su día una reseña crítica que se incorpora a la nueva edición y oficia en ella a modo de prólogo- hable de Mimoun como uno de esos que Todorov llama 'textos de la ambigüedad' y que para nuestra escritora son esos relatos que no dejan clara la frontera entre lo vivido y lo soñado, entre el espacio y el tiempo, entre la verdad y la mentira.
Tanto tiempo después de que se escribieran, oyendo caer la lluvia (tampoco yo imaginaba que pudiese llover tanto en Marruecos) que se niega a aliviar el sofoco de estos secarrales manchegos con idéntica terquedad a como se prodiga en la memoria de Manuel -testigo más que protagonista-, vuelvo a encontrar en las palabras de Chirbes el enorme placer de siempre con su lectura y la sombra, a la vez inquietante y alentadora, de la derrota. De una derrota que, lejos de la resignación, necesita, por el contrario, ser contada. Y, por contada, devenir reconocible y común.
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