sábado, 28 de febrero de 2015

28f

MIS AMIGOS SABEN
que siempre investigué
en el color de los sueños.
Que el hijo tenía en su aura el verde
sin que le imaginara un atisbo de sombra,
la que los padres atenuamos
para que no se manche el silencio.
Que la soledad lleva en sus ojos
la esperanza del náufrago
y por eso, precisamente por eso,
es el azul de los borrones
de tinta en un momento dado.
Que los libros que no se leen
y releen contienen
los matices centrales del olvido.
Un día me estallaron dentro
las tres heridas juntas
y fue la rebeldía un cuadro
de Benjamín Palencia que
dejó de iluminarme
al alba sobre todo,
cuando se dan de alta los colores;
la musa sospechada que María
solía pronunciar con mayúscula
y el artículo por delante para así degradarla;
aquellos que metieron en camiones
-como ladrillos o sacos de cemento-
los libros mientras yo era una lágrima.
Un día como si tres fueran uno.
Un día como si fuera todos los días.
Pero no diré más del color de los sueños.
Y es porque el rojo de la sangre
se hace negro en el alma cuando aprieta el dolor.

Antonio Hernández, Nueva York después de muerto (Calambur, Madrid, 2013)

1 comentario:

  1. Delicatessen!

    Me ha hecho vibrar y eso no es fácil en estos días.
    Un abrazo

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