jueves, 31 de diciembre de 2015

día último

2016

Imagina un aire nuevo
un acuerdo  un pacto  un compromiso
teniendo el corazón y no el enredo
como motor que mueve voluntades.

Sueña
capaz sí eres
que dos  o más  se escuchan
hablan dialogan saben
que el tiempo avanza más aprisa
que ya no aguardan los pobres de este mundo
hermosas letanías que digan
de cuánto en otro tiempo fuimos.

Habla
que no sea voz ajena
la que usurpe tu silencio y cuente
que son mansas las aguas que bajan tan revueltas
habla y no permitas
que vendan tan barata la utopía
que cieguen la esperanza que predican.

Hoy es posible abrir un tiempo nuevo
más limpio más justo más sincero
hoy es posible
seguir soñando nuevos sueños
acudir puntuales a la cita.
Hoy es posible todavía
que el futuro nos convoque
y en el tajo de la gente nos encuentre
armados de paz y de razones.

Los hados no permitan
vengativos
que la intriga nos cerque
entregados al trueque en los pasillos
ajenos al mundo en un congreso.

lunes, 21 de diciembre de 2015

día después

Lo peor es creer
que se tiene razón por haberla tenido
o esperar que la historia devane los relojes
y nos devuelva intactos al tiempo en que quisiéramos
que todo comenzase.
Pues ni antes ni después existe ese comienzo
y el presente es su negación y tú su fruto,
hermano consumido en habitar tu sombra.
Lo peor es no ver que la nostalgia
es señal de engaño o que este otoño
la misma sangre que tuvimos canta
más cierta en otros labios.
Y peor es aún ascender como un globo,
quedarse a medio cielo,
deshincharse despacio,
caer en los tejados de espaldas a la plaza,
no volver al gran día....

(José Ángel Valente, Nostalgia)

martes, 1 de diciembre de 2015

olvido

Puse mis manos en un rostro y las retiré heridas por el amor.
Ahora,

el olvido acaricia mis manos.

(Antonio Gamoneda, Arden las pérdidas)

jueves, 1 de octubre de 2015

vislumbres

1.
Olía el mar a salitre, a sentina de barco, a mazmorra, a piedra mojada, yodo y humedad, y a él aquel olor le parecía importado del otro extremo, y pensó que el Mediterráneo es un mar redondo como una circunferencia. Se acordó el viajero de las lejanas noches en Tánger, en Alejandría, en Djerba, en Porto Fino, en Estambul. Y supo que es imposible elegir entre cualquiera de los infinitos puntos que componen una circunferencia. Todos la cierran por igual. Y la ausencia de cualquiera de ellos la destruye. Y, sin embargo, no podía reprimir la emoción que le causaba pensar que Creta era tal vez el primer punto en el que se apoyó la pata del compás: una especie de útero que había engendrado esa forma de ser de la que ni los años ni el alejamiento conseguían curarlo a él.

2.
A ratos llovía, y la ciudad y aquellas vidas se hacían aún más delicuescentes y acuáticas. Si la pareja lectora de guías se levantaba temprano en aquellos días cortos e invernales podía llegar a vivir el milagro de la plaza de San Marcos vacía -los dos a solas, con la piedra y el agua alta- y también podría recorrer de noche las callejas húmedas y abandonadas, hasta que el silencio, sólo roto por el agua que golpeaba los muelles, los inundaba a ambos con un sentimiento fronterizo del miedo. Y entonces era como si, en esos breves meses de temporada baja, el lobo de la belleza enseñara sus orejas y uno descubriera entre las sombras de brea del canal fragmentos de las resacas de Múnich junto a una parada de autobús, o escuchara el rumor de un metro que se acerca a la tristeza del andén en la madrugada del invierno de París. Y es que la belleza tiene un dorso oscuro del que las guías no hablan nunca y que se parece peligrosamente a nuestro propio cuarto de estar.

3.
La intrascendencia -ese lema de la postmodernidad- ocupa las calles de Benidorm, sus escaparates, sus lugares de encuentro. En Benidorm (y ésa es, probablemente, una de las razones de su atractivo para tanta gente) todo es modesta y exactamente lo que es, nada se adorna con un discurso ideológico que acreciente sus plusvalías, y la más pura intrascendencia se manifiesta con irreprochable impudor y se ofrece a unos precios fuera de competencia, prolongando sin solución de continuidad lo que aparece del otro lado de la pantalla del televisor en gozoso cumplimiento del Estado de bienestar.

4.
Roma siempre activa dolorosamente en el viajero ese virus de la melancolía. Él quería estar en esa ciudad en todas partes y poder volver en cualquier tiempo. Y eso lo enfrenta a la contradicción  que existe entre el interminable tiempo de los dioses y el tiempo mezquino de los hombres. Roma le ofrece el guiño tentador de un tiempo intermedio, que es el de las obras que los hombres concibieron al amparo de una idea y una ambición desmesuradas y que les permitieron tocar con la punta de sus dedos mortales los dedos de la divinidad.

(en Rafael Chirbes, Mediterráneos, Editorial Anagrama, 2008)

martes, 25 de agosto de 2015

lluvia

De hermoso e inquietante califica Carmen Martín Gaite el resultado de esa búsqueda a la vez paciente y desesperada que convirtió a Rafael Chirbes en escritor después de haber vivido -sin prisas, dice doña Carmen- una etapa ascética de aprendiz exigente que le permitió dar por buenas las páginas de su primera novela publicada.
El resultado no es otro que Mimoun, la primera que Chirbes dio en publicar, y la última en yo leer, ahora en una edición digamos que conmemorativa, veinte años después, en la que acompañan al texto otros de CMG y del propio editor, Jorge Herralde. Y por Herralde me entero de que fue Martín Gaite quien apadrinó el estreno de Chirbes como escritor con obra.
No es de extrañar así que en un hermoso escrito -en su día una reseña crítica que se incorpora a la nueva edición y oficia en ella a modo de prólogo- hable de Mimoun como uno de esos que Todorov llama 'textos de la ambigüedad' y que para nuestra escritora son esos relatos que no dejan clara la frontera entre lo vivido y lo soñado, entre el espacio y el tiempo, entre la verdad y la mentira.
Tanto tiempo después de que se escribieran, oyendo caer la lluvia (tampoco yo imaginaba que pudiese llover tanto en Marruecos) que se niega a aliviar el sofoco de estos secarrales manchegos con idéntica terquedad a como se prodiga en la memoria de Manuel -testigo más que protagonista-, vuelvo a encontrar en las palabras de Chirbes el enorme placer de siempre con su lectura y la sombra, a la vez inquietante y alentadora, de la derrota. De una derrota que, lejos de la resignación, necesita, por el contrario, ser contada. Y, por contada, devenir reconocible y común.

miércoles, 8 de julio de 2015

vigilia

No me vendes los ojos, no descanses en mi selva
y te permitas nadar en mis ríos pedregosos.
No me empujes al abismo esta noche.

(Gloria Dünkler, Füchse von Llafenko, fragmento)

miércoles, 24 de junio de 2015

60 millones

Se cuentan por cientos de miles
por millones
casi sesenta dicen los periódicos del día
               de su día   hoy   20 de junio
destinado como ellos al olvido tan pronto como pase
y prenda el foco su luz en otras almas.
Sesenta millones
treinta por minuto    cuarenta y tres mil al día
de hermanos y hermanas según este Papa compasivo
de mujeres y hombres niños y ancianos
sin casa ni tierra sin escuela sin sueños.
Sesenta millones
¿y qué tal si los vamos contando de uno en uno
                 uno dos tres cuatro   y así
hasta sesenta millones?
Hay ministros que anuncian que vagan
                devotos muy católicos los nuestros
cual santa compaña respondiendo al reclamo
del que dicen efecto llamada
avalanchas sin respeto de leyes ni fronteras
por más que vallas pelotazos concertinas
por más que ceutas pateras y melillas
                y mares de luz y muerte
inabarcables las fosas donde el silencio duerme.
Sesenta millones
se ven desde el olimpo sus navíos hundirse
sin que toquen sus pies la ítaca del sol de lampedusa
y los ministros   también los no devotos   parecen decir
que con su pan   que les niegan   se lo coman
sin casa sin patria sin hospital sin escuela.
Sesenta millones
sus lenguas babeles confusas y confundidos sus rezos
como idioma común el del hambre y la guerra
los miran los dueños del mundo    profetas redentores del dinero
ministros del negocio de las armas sin fronteras
también sin patria ellas y sin dios   siervas del amo
señor de las reverencias   aquel que las anuncia
y fabrica y multiplica y vende    traficante de miseria
que nunca serán bastantes   
por nuestra propia seguridad.
Buscan sus ojos pan y salud
abrazo descanso
tierra donde sentarse y dormir tras el naufragio
tras el recuento de los muertos del día
sesenta millones de pares de ojos
               negros muchos   más oscuros que la noche
sin nación sin futuro sin nombre
y un mirar de asombro y temor   ojos parias del mundo.
               Refugiados.
Los veintisiete discuten en Europa nuevamente
de cómo repartirse la vida en cómodas cuotas
perdida la memoria antigua del dolor
de arrogancia ciegos   mudos de miedo
los guardianes del fortín se pondrán por fin de acuerdo.
Serán cuarenta mil   no más
los elegidos.

Y la náusea se irá extendiendo hasta habitar los confines de la tierra.

sábado, 25 de abril de 2015

libres

Libres, bailando y cantando hasta el amanecer en Italia, setenta años después. Orgullosos de sus capitanes de abril, claveles rojos en un Portugal libre: han pasado ya cuarenta y uno.




lunes, 13 de abril de 2015

galeano

El origen del mundo

Hacía pocos años que había terminado la gran guerra de España y la cruz y la espada reinaban sobre las ruinas de la República. Uno de los vencidos, un obrero anarquista, recién salido de la cárcel, buscaba trabajo. En vano revolvía cielo y tierra. No había trabajo para un rojo. Todos le ponían mala cara, se encogían de hombros o le daban la espalda. Con nadie se entendía, nadie lo escuchaba. El vino era el único amigo que le quedaba. Por las noches, ante los platos vacíos, soportaba sin decir nada los reproches de su esposa beata, mujer de misa diaria, mientras el hijo, un niño pequeño, le recitaba el catecismo.
Mucho tiempo después, Josep Verdura, el hijo de aquel obrero maldito, me lo contó. Me lo contó en Barcelona, cuando yo llegué al exilio. Me lo contó: él era un niño desesperado que quería salvar a su padre de la condenación eterna y el muy ateo, el muy tozudo, no entendía razones.
Pero, papá –le dijo Josep, llorando–. Si Dios no existe, ¿quién hizo el mundo?
Tonto –dijo el obrero, cabizbajo, casi en secreto–. Tonto. Al mundo lo hicimos nosotros, los albañiles.

(Eduardo Galeano, El libro de los abrazos, 1989)

y grass


1937

Nuestros juegos en el recreo no acababan al sonar la campanilla, sino que, bajo los castaños y delante del edificio bajo de los retretes, llamado el Meadero, continuaban al recreo siguiente. Luchábamos entre nosotros. El Meadero, contiguo al gimnasio, servía de Alcázar de Toledo. Es verdad que el hecho había ocurrido un año antes, pero en nuestros sueños escolares la Falange seguía defendiendo heroicamente aquellos muros. Los Rojos atacaban una y otra vez inútilmente. Sin embargo, su fracaso había que achacarlo también a la falta de ganas; nadie quería ser rojo, yo tampoco. Todos los colegiales queríamos desafiar la muerte al lado del General Franco. Finalmente, algunos chicos mayores nos repartieron por sorteo: con otros de diez u once años, me tocó ser rojo, sin que pudiera sospechar el significado posterior de aquella casualidad; evidentemente, el futuro se insinuaba ya en los patios de recreo.

De forma que sitiábamos el Meadero. Eso exigía algún compromiso, porque los maestros que vigilaban cuidaban de que grupos neutrales de colegiales, y también de combatientes, pudieran hacer aguas al menos durante períodos de tregua convenidos. Uno de los puntos culminantes de la lucha era la conversación telefónica entre el coronel Moscardó, comandante del Alcázar, y su hijo Luis, al que los Rojos habían hecho prisionero y amenazaban fusilar si la fortaleza no se rendía.

Helmut Kurella, un chico de doce años de cara de ángel y voz en consonancia, hacía de Luis. Yo tenía que imitar al comisario rojo Cabello y pasar a Luis el teléfono. Su voz resonaba clara en el patio: “¡Papá!”. El coronel Moscardó: “¿Qué ocurre, muchacho?”. “Nada. Dicen que me van a matar si el Alcázar no se rinde.” “Si fuera así, hijo mío, encomienda tu alma a Dios, grita ¡Viva España! y muere como un héroe.” “Adiós, papá. Un beso muy fuerte.”

Eso decía el angelical Helmut, haciendo de Luis. Y entonces yo, el comisario rojo, al que uno de los chicos mayores había enseñado el grito final de “¡Viva la muerte!”, tenía que fusilar al valiente muchacho bajo un castaño en flor.

No, no estoy seguro de si era yo u otro quien se encargaba de la ejecución; pero hubiera podido ser yo. Luego seguía la lucha. Al recreo siguiente volábamos la torre de la fortaleza. Lo hacíamos acústicamente. Pero los defensores no cedían. Lo que luego se llamó guerra civil española se desarrollaba en el patio de recreo del instituto Conradinum de Danzig–Langfuhr en un solo acontecimiento repetido sin cesar. Naturalmente, al final ganaba la Falange. El asedio se rompía desde fuera. Una horda de chicos de trece o catorce años atacaba con especial violencia. Luego, el gran abrazo. El coronel Moscardó recibía a su libertador con la frase que se ha hecho famosa: “Sin novedad en el Alcázar”. Y a nosotros, los Rojos, nos liquidaban.

De esa forma, hacia el final del recreo se podía volver a utilizar normalmente el Meadero, pero al siguiente día de clase volvíamos a repetir el juego. Esto duró hasta las vacaciones de verano del treinta y siete. En el fondo, hubiéramos podido jugar también al bombardeo de la ciudad vasca de Gernika. El noticiario alemán nos había mostrado en el cine, antes de la película, el ataque de nuestros voluntarios. El 26 de abril la pequeña ciudad quedó reducida a escombros y cenizas. Todavía hoy oigo la música de fondo bajo el ruido de los motores. Pero sólo se podía ver nuestros Heinkel y Junker en aproximación–picado–ascensión. Parecía como si estuvieran entrenándose. No daba para un hecho heroico al que se pudiera jugar en el recreo.

(Günter Grass, Mi siglo, 1999. Traducción de Miguel Sáenz)

jueves, 9 de abril de 2015

martes, 31 de marzo de 2015

voramar


Está lloviendo fuera.
Empapadas de mar las niñas de mis ojos
intenso el verde bajo la lluvia ahora
            redundancia del agua
cuando el viento cesa y acuna los recuerdos
en esta tarde gris y oscura
que amenaza con negar la primavera que nace.
De bruma y mate el tapiz de la neblina
que borra por el este el confín de la bahía.
A lo lejos el lento galope de las dunas
y el olor profundo de las algas
en el poblado de sierras y marinas.

Caminaré mañana las huellas improbables de tus pies un día
de soles de lectura y sombra
los pinos doloridos viejos mudos
quietos vigías rizados por los siglos
de la playa que hoy alfombra
un enjambre de medusas varadas en la arena.

Ayer fue plata el mar en la noche llovida.
Infinito el vaivén y sin medida
resaca de los años que vivimos sin nosotros.
Inundados de nostalgia y luz tus ojos
rebosantes de azul y de alegría
frente a las olas me dices y te digo y nos queremos.
Es hora del descanso
de celebrar la paz de una cena en la isla serena
tierra adentro.
Allí donde esperan siempre los amigos.

lunes, 30 de marzo de 2015

voces

De pequeño fue siempre así. No seríamos tantos en llevar mi(s) nombre(s). ¿Cómo te llamas?... ¡Ah! Pedro Pablo... Ayuso, y Matilde Conesa. No fallaba. Faltaba solo añadir aquello de Matilde, Perico y Periquín, una trilogía que selló mi infancia.
Casi una letanía de la que apenas queda memoria. Otros tiempos, otra época. La radio omnipresente.
He leido que Matilde Conesa ha muerto.
Una voz imponente, que siguió alimentando sin que ellos lo supieran -misterios del doblaje- los sueños de muchos españoles.


viernes, 27 de marzo de 2015

capvespre

Catedral y sorpresa
estupor
enigma
            piedra
                       vida
humillación

ergo luz,                liberación.

Y mar:
todo mar.

Así el don.

(MGB, de Donde la lucidez)

jueves, 26 de marzo de 2015

cuerpo

'Aunque hacía mucho tiempo que quisiera haber muerto, huido, acabar con todo, el cuerpo (¡Dios mío, cómo era el cuerpo!) se tomaba su tiempo. Tenía sus deseos y nostalgias. No podías convertirte, sin más, en luz y escurrirte por la ventana. No podías irte así como así. En la propia carne que parte, pero que es tozuda, había solo la despedida lenta, sentimental y larga.
(...) El cuerpo, recogiendo la tristeza, perseguía el alma, iba detrás cojeando'

Lorrie Moore, Pájaros de América. (trad. de María José Galilea)

domingo, 1 de marzo de 2015

guerras

Leo en la prensa de hoy que en algún lugar existe un refugio para artistas 'enfermos de guerra'.
Como la mutilación o la ceguera, así el miedo y la desesperanza.
La guerra, gangrena del alma.

sábado, 28 de febrero de 2015

al vuelo

Uno.

Leo (en la prensa comarcal) que el nazareno se cubrirá tal vez pronto con túnica hecha de un traje de luces del torero. Y se me va el sentido del tiempo, y entiendo quizás mejor la deriva de la historia.
La España de cerrado y sacristía no fue la de un mañana efímero destinada a morir, que dijera el poeta. Ni la iglesia de estas luces con vuelta al ruedo -¿y salida a hombros?- se parece a la que le tengo oído a Francisco, el Papa de Roma.
Eso sí: el torero devoto le puede regalar el traje a quien le de la gana, que para eso es suyo. La túnica, al parecer, modesta, ‘de diario’.

Dos.

Oigo (en la radio, cadena nacional) a una madre decir que la enfermedad de la que murió su hija es una de esas enfermedades no rentables. Porque, al tratarse de una enfermedad rara -de las infrecuentes, escasas o desacostumbradas- no interesa ni a investigadores ni a laboratorios farmacéuticos.
Y pienso hasta qué punto el economicismo, el sentido capitalista de la vida -y de la muerte, y de la salud- ha conseguido que enfermen nuestras conciencias.

Y tres.

Me debato hoy entre escribir desde la España de la rabia y de la idea o darme a la reflexión para tratar de encontrar razones -si las hubiera- que me ayuden a entender estos tiempos, insólitos de tan viejos. Será que -Marx difuminado- prefiero seguir confiando en la fuerza de la razón -si amable, tanto mejor- antes que dar mi confianza a la razón de la fuerza.
Fue hace días la España 'de cerrado y sacristía' del torero que regala sus luces -espero que no todas en su traje- para túnica 'de diario' del cristo nazareno.
Es hoy, pasado el debate del mandamás faltón nervioso e impertinente, cuando leo que estamos en vísperas del evento donde habrán de sumarse luminarias heterogéneas -más toreros, muchos, y un consejero no sé si de muchas luces en esas lides- en torno a las ponencias del I Congreso Internacional La Tauromaquia como patrimonio cultural a celebrar en la hospitalaria ciudad de Albacete bajo los auspicios de la presidenta de Castilla-La Mancha, esa que nunca entenderá que una sola escuela rural de las que ha cerrado vale más que todos los ruedos de la Mancha patria juntos, y del ministro J.I. Wert, que -perdido, junto a otros sentidos, el del ridículo- tampoco lo entenderá.
Y hoy es también cuando en el BOE podemos leer los españolitos, perplejos o no, el nuevo currículo* de la asignatura de religión -católica, of course- aprobado por la jerarquía de la Iglesia del mismo nombre (la misma que aprobará el contenido de los libros de texto y propondrá el nombre de los profesores).
Un currículo que considera un hecho de evidencia la existencia misma de Dios, que instruye en la justificación desde la fe de la condena de Galileo -eppure, si muove- y sentencia que los pobres mortales somos incapaces de encontrar la felicidad por nosotros mismos.
Será por eso que nos quieren a todos devotos de Frascuelo y de María.

(*) Que no seré yo quien lo critique. Allá el padre, la madre o el escolar adulto que reclama libremente y para sí -o para su pupilo- tal enajenación de conciencia.

28f

MIS AMIGOS SABEN
que siempre investigué
en el color de los sueños.
Que el hijo tenía en su aura el verde
sin que le imaginara un atisbo de sombra,
la que los padres atenuamos
para que no se manche el silencio.
Que la soledad lleva en sus ojos
la esperanza del náufrago
y por eso, precisamente por eso,
es el azul de los borrones
de tinta en un momento dado.
Que los libros que no se leen
y releen contienen
los matices centrales del olvido.
Un día me estallaron dentro
las tres heridas juntas
y fue la rebeldía un cuadro
de Benjamín Palencia que
dejó de iluminarme
al alba sobre todo,
cuando se dan de alta los colores;
la musa sospechada que María
solía pronunciar con mayúscula
y el artículo por delante para así degradarla;
aquellos que metieron en camiones
-como ladrillos o sacos de cemento-
los libros mientras yo era una lágrima.
Un día como si tres fueran uno.
Un día como si fuera todos los días.
Pero no diré más del color de los sueños.
Y es porque el rojo de la sangre
se hace negro en el alma cuando aprieta el dolor.

Antonio Hernández, Nueva York después de muerto (Calambur, Madrid, 2013)

miércoles, 4 de febrero de 2015

hablar

Torturar el lenguaje, buscar que las palabras digan lo que no son para -en lugar de iluminarla- enmascarar la realidad y hacer de la mentira verdad, es práctica de ya larga tradición y tiene acreditados maestros. De triste memoria aquel ministro nazi de la propaganda que acabó vendiendo las derrotas de sus ejércitos como repliegues ofensivos sobre la retaguardia y a punto estuvo de ganar en la radio y los noticieros la guerra que iba perdiendo en los campos de batalla. Más caseras, las retóricas imperiales de los fascismos propios o cercanos que decretaron la inexistencia de los obreros borrando la palabra y convirtiendolos en productores (hoy, reviviscentes los ideólogos de antaño, mutados en emprendedores asalariados de sí mismos y ya sin amo ni patrón) y hasta consiguieron, sumando la cárcel y la violencia a las argucias que permite la semántica, la desaparición de las huelgas, esos ceses temporales de la producción de tan incierta autoría como hambre garantizada.
Estos tiempos de hoy vienen marcados por ese lenguaje torturado que trata de ocultar bajo el ropaje noble de la palabra austeridad el dolor y el sufrimiento que está provocando la alianza del capitalismo más depredador con la corrupción que envilece la política. Que llama reformas a las acciones de expolio sistemático de bienes y servicios públicos y a la negación de hecho del ejercicio de derechos fundamentales. Que es capaz -Cospedal mediante- de titular como Plan de Garantía de los Servicios Básicos al que fue, llanamente, el recorte de recursos materiales y humanos que ha diezmado la sanidad y la educación públicas y convertido en un espantajo la atención a las personas dependientes.
Pero la novedad más actual, y dolorosa, quizás sea la de esa prisión permanente revisable con la que los que nunca celebraron la supresión constitucional de la pena de muerte han rebautizado la cadena perpetua que abolió la Constitución del 78. Buen asunto para que lo exploren los que defienden que el lenguaje no solo describe la realidad sino que es capaz, ademas, de crearla.
Y llegados a este punto, el partido que acuñó aquel eslogan que identificaba socialismo con libertad -y en cuyo censo me encuentro- acaba de poner su firma (y descubrir casi simultáneamente las dificultades para explicar tal desafuero) en un pacto que persigue incrementar la eficacia en la lucha contra los terrorismos de nueva marca amenazando con una condena de por vida a quienes están convencidos de que la muerte -la propia, y más si en compañía de algunos no creyentes- los conduce directamente al paraíso.  
El caso es que los que dicen estar en contra de la cadena perpetua que no quiere ser llamada por su nombre acaban por aceptarla poniendo su firma en tal acuerdo y anunciando, para mayor confusión de un personal ya de por sí perplejo, que de inmediato invocarán la Constitución para tratar de anular una pena de esa naturaleza.
Hablar -me repiten estos días- hace daño al partido. Sus razones tendrán, dicen unos. Otros, más intrépidos, hasta se sirven del símil del general y los soldados (el que manda, los que obedecen...) Y yo, que sé que sin ética no hay política, puedo hasta aceptar -como me dicen los más cercanos- que no es tiempo de renuncia ni de mudanza.  
Ni tiempo de silencio.

viernes, 2 de enero de 2015

frio

Del mismo modo que no hay memoria del dolor, tampoco del frio. Así, en la casa vacía y sola de meses, la evocación tan solo, el recuerdo si acaso de ese entonces sí que hacía frio, imposible hoy para nietos y sobrinos. Y al calor del frio ambiente -misteriosa mecánica la de la caldera- comida y cena de fin de año.
Ninguna emoción ya en el rito, tampoco en ese parto del año con el caer de las campanadas. Más, mucha más, en el momento de los besos y las lágrimas del padre. Felicidad en el paseo con el hermano a la tarde y, después del ritual de la sidra y el cava, en el inaugural de todas las últimas nocheviejas. Que se habría de repetir al día siguiente, tras las pasos quietos de esa calle en las afueras que dedicaron a la memoria del tio Manolo.
Las uvas, murcianas, tienen un nombre tirando a cómico: domingas. Paula le saca punta al nombre, y hasta puede que sin reparar en su tamaño, bastante más que respetable.
De Juan Gelman los primeros versos del año nuevo. Si todavia fuera sólo tiempo, amor que no se va, dolor que sigue..., del poema LXI de Hoy, que me acaba de regalar Maxi.
Y la luz y el sol que llegan, cercano el mediodía, al rincón del patio de la parra. Como de otro mundo, donde quedan atrás el dolor y el frio de los que no quedará memoria alguna en los años venideros.
A la tarde, antes del paseo, le regalo a Irene unos versos que juegan con otros que tanto me gustan. En el Instituto le han puesto por tarea componer un poema, y cuando lee el mio, para si sola, me mira y me pregunta: ¿te lo has inventado tú?



Tercos los días
uno a uno
se escapan los años

apenas si recién el invierno ya iniciado
alumbran en tus ojos los azules
por venir
de las apresuradas primaveras
y el resol cegador del mar de todos los veranos

queden para nosotros los otoños
la luz declinante
las historias que hablan de los días aquellos
en que fuimos
también ella
felices en el recuerdo de otros años que hablaban de futuro

para ti la luz
la alegría de un mundo que sin sombras amanece
si te llamaras Irene
los pasos quedos clausurando la noche
contigo queden
los sueños que hacen de la vida un desafío

el amor y la pasión

la rebeldía.
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