Aquí me ves
en Roma, la fiera
altiva y orgullosa,
un hombre herido.
En julio, sus finales,
la certeza de que solo
y lejos
me traen más vivo estas
piedras con alma
tu recuerdo.
Ya ves,
por todos sitios tu sonrisa
y tu afanoso hacer
por quererme
tanto,
y la presencia ausente
que nadie
neanche tu, amore
presentía.
Habríamos hecho de la casa
el sagrado lugar de los amigos
y tu refugio
tú
la primera
de belleza sin matices y
hermosura.
Llegaste a saber de lo imposible
con un poso escondido
de alegría
y sufriste
por mi conmigo.
No hubo tiempo:
el abrazo solo a la noche
cabe el aljibe
y el adiós temprano
en el patio de la parra.
Y hoy te revivo aquí
tu paz ahora mía
eternidad de piedra y agua.
Mi sonrisa
tú
sobre estos pinos.
Roma, 30 de julio de 2013
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