lunes, 13 de enero de 2014

verdad

No grita la tierra, como contaba Auster del campo de Berger-Belsen. Tampoco oigo bajo mis pies ninguna oleada de voces irguiéndose de la inmensa tumba cuando llegamos frente a las imponentes lápidas de mármol que recitan nombres y fechas de los centenares de hombres -también mujeres- asesinados en las tapias del cementerio de Ocaña y tirados en las fosas que guardan sus cuerpos y son memoria de la infamia.
Quizás hayan encontrado su fuerza en la quietud y el silencio.
Hemos llegado los primeros. Julio, Jesús y Eladio.Maxi llegará después. Y de a poco se va haciendo más grande el grupo de amigos y de amigas que ha reunido Cecilio al nacer este año de 2014.
Es un viernes, el tercer día del mes de enero.

Cuando me invitan a hablar, leo:


'Estamos en Ocaña, a 9 de Noviembre de 1940.
Me llamo Gumersindo. Tengo 45 años y he sido alcalde de mi pueblo, La Puebla de Almoradiel. Soy republicano, y socialista.
Desde mi celda, la número 16 del Reformatorio de Adultos de esta localidad, le escribo a Pedro, mi hermano, jornalero como yo, comunista.
“Mi Querido hermano, me alegraré que al ser esta en tu poder te halles bien en Compañía de Jacinto y demás paisanos, yo y Críspulo quedamos bien a Dios gracias. Pedro, me dirás si has tenido Carta de tu familia y qué te dicen en ella y si has tenido Carta de padre y qué te dicen padre en su Carta pues yo he tenido Carta de mi familia y están todos bien y me dicen que tenga paciencia, que Dios Con su poder y nuestro glorioso Caudillo Con su buen Corazón salvarán a todos los buenos Corazones de España”.
Con Pedro, con el que me une un lazo más fuerte que el de la sangre, está Jacinto y están otros paisanos, que somos muchos los que abrazamos la causa de la libertad y de los pobres. Conmigo está Críspulo, el marido de mi Teodora.
“Pedro, me dijo nuestra Teodora que a ver si para el día 12 que Comunicamos pides Comunicación Especial para Comunicar con nuestra Teodora que dice que ya hace 9 meses que no te ha visto y tiene muchas ganas de verte”,
Nuestra Teodora, y las mujeres y las madres y las hijas hacen andando el camino para vernos. Solas. De noche. A la sombra las coloca ahora, en el invierno, y al sol sin piedad de los veranos, el cura de pistola y crucifijo que pudre su culpa en el infierno. Pero son fuertes todas ellas, nuestras mujeres, y son nuestros ojos, nuestra voz, nuestros oídos.
“pues yo le escribí a padre el día 28 del mes pasado y todavía no he tenido Contestación, el día 11 pienso Escribirle otra vez a padre, tú también le escribes y le dices que hagan lo que puedan”.
Lo que puedan. La esperanza que nos queda a los que cada madrugada vemos cómo llega la muerte. El alma en vilo y en un puño el corazón en la hora eterna de la saca.
“Pedro, pensaba Escribirte para el día 14 de este mes que es tu cumpleaños pero se me hace mucho el tiempo que falta sin saber de ti y por eso lo hago hoy. Pedro, me dicen la familia que la vendimia la han hecho bien y la simienza que la están haciendo inmejorablemente aunque ya según me dicen está ya terminada. Sin más por hoy, le das Recuerdos a Feliz y Eutimio y tú recibes un fuerte Abrazo de tu querido hermano que no te olvida ni un solo momento. Adiós mi querido hermano, escríbeme pronto. Tu hermano,
                                          Gumersindo Cicuéndez                       Arriba España Viva Franco”
Hoy, cuando le escribo a mi Pedro, aún no sé que el 19, al clarear el día, me fusilarán en las tapias de ahí afuera. Con Críspulo a mi lado, juntos en la vida y en la muerte.
Tampoco sé que habrán de pasar 71 años para que desde Buenos Aires una juez argentina exhorte y pida a España que por quien corresponda se informe de los jueces que nos condenaron a muerte en Quintanar de la Orden y de las personas que nos fusilaron.
Nuestros nietos no han nacido todavía. Cuando lo hagan, serán los nietos de los vencidos. Y habrá entonces un poeta que escriba para ellos y les diga que ‘estamos en derrota, nunca en doma’.
Por eso un día cualquiera, pongamos que el de hoy, cuando os traigan vuestros pasos a estas fosas, no traeréis escrita en vuestra frente la palabra venganza sino en vuestro corazón la exigencia de verdad y de justicia.

Es poderosa la llamada de la amistad, y la de Cecilio nos ha traído hasta aquí esta mañana, para honrar la memoria de Jacinto. Yo, nieto de Pedro, os saludo celebrando que vuestra voz sea fuerte, porque sabemos que si el eco de nuestra voz se debilita, entonces sí, pereceremos.'


Terminadas las lecturas, Guillermo, uno de los Quilapayún, venido de Bruselas, canta el dolor hermanado y recuerda la voz profunda de la tierra. Las voces de la tierra, más fuertes que las armas de verdugos que en cualquier lugar del mundo las quieren sofocar.
Sin esperarlo, el amigo chileno le canta a Victor Jara, y suenan, eternas, las palabras de Te recuerdo, Amanda...

Al ir saliendo, llorados mis ojos de todos los recuerdos, me confirmo en que sólo cuando se haga la verdad y estén abiertas todas las fosas podrán empezar a cerrarse todas las heridas. 



2 comentarios:

  1. Ojalá, como dices, se haga esa verdad, aunque por ahora parezca difícil.
    Ojalá los hermanos argentinos nos ayuden a hacer justicia. Les deberemos un favor que nunca olvidaremos, como suele pasar con los amigos del alma.
    Nunca en doma y siempre erguidos, amigo mío.
    Memoria siempre.

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  2. Ya las fosas del olvido gritan su silencio eterno.
    Ese grito que es memoria de los que ni siquiera eran muertos.
    Ese silencio descuenta inventarios a la muerte
    y espera pacientemente una interrupción.

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