lunes, 18 de febrero de 2013

agujita de marear

Si dices que política -la 'bella' política- y verdad son indivisibles, te dirán ingenua. Si reafirmas que no hay política sin ética (ni ética sin estética: véase Mato), te llamaran ilusa.

Otros se preguntarán en alto qué estarás buscando, qué ambiciones inconfesables te guían (ellos, que nunca las han tenido, ni las tienen ahora: que son lo que son por la gracia del más alto)


Si quieres ser coherente y te sumas a la protesta en la calle, vendrán otros, los que quieren ser dueños en exclusiva de las causas nobles y del sufrimiento de los mas débiles, y querrán desahuciarte de ti misma, negar tus convicciones a gritos (otras, más sutiles, lo justificarán: si acudes a la cita que ellos mismos han convocado, 'te arriesgas a que te increpen'). Algunos creen que solo existe su compromiso.


Si todo eso sucede es porque algo se mueve. Porque en algo -en mucho, te lo aseguro- has contribuido a que se remuevan aires aquietados y aguas aparentemente mansas.


Sigue. Tranquila y con decisión. Si puede ser, lejos del circo de la bronca y, si puedes, de los platós que invitan a los que hacen gala de aquello precisamente que tú combates.


Y descansa, niña Bea, reposa las emociones de esta semana. Llorar es humano, y humaniza. Y tu llorar en la manifestación añade vida, y afecto y verdad, y hace luz en estos días oscuros, en estas tierras de penumbra.

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