jueves, 20 de octubre de 2011

J&H

No se puede huir de la culpa,
ni aunque uno sea inocente.
Es la venganza de Dios.

Las notas de La Internacional comienzan a sonar tan solo unos segundos antes que los aplausos, y me doy cuenta por un momento del tiempo que hace ya que ni las oigo ni -sobre todo- las canto. La sala (la sala Gassman) es pequeña, muy pequeña, y somos doce los espectadores que la llenamos, hombres la mitad y la otra mitad mujeres (puede, que vaya usted a  saber tratándose de lo que se trata), que vivimos en silencio la magia de la palabra y del teatro.
En el escenario, ahí mismo, al lado, dos actores que viven las vidas del doctor J y mister H. Son Walter da Pozzo y Francesco Randazzo. Que ponen en acción y representan 'J&H. Doppelgänger Suite. Variazioni su R.L. Stevenson', escrita por el propio Randazzo.
Lenguaje de la palabra y lenguaje de los cuerpos, vestuario austero en gris, una silla de ruedas y un libro -de poesía, editorial Cátedra, azar?-, un moderno PC -un computer, que dicen en ese italiano atravesado de anglicismos, que no el viejo y glorioso partido aggiornato- y una botella, y poco más: unos pasos de baile, un par de canciones. Les basta así, y puede que les sobre, para poner en pie -allí, sí, en esa sala diminuta y oscura- el drama de la identidad hecha añicos, del yo desdoblado y retorcido ('io sono te') que salta por los aires, de la pugna entre la honorabilidad ('ho una certa reputazione, una ottima reputazione... ottima') y el deseo que no se somete a reglas, senza barriere. Para tejer un diálogo vivo y ágil que adelgaza hasta hacerlas desaparecer las fronteras -si es que alguna vez las hubo- entre el mal y el bien. Donde toda certeza es duda.
Les basta para, en un par de minutos, dibujar el perfil exacto de la obscenidad de la política y del poder que  tan de cerca sufren: 'Volevo questo: Potere e impunità. Più grande è il potere,  più grande l`impunità'. Del poder que genera adicción, como la de las pastillas de las que no se puede desprender el doctor J. Las que le suministra su otro/su mismo yo: mister H.
Les basta, y hasta les sobra, a estos dos actores extraordinarios, impecable su dicción, de gesto exacto.

Y al salir, había llovido en via de' Filippini. En el número 17/a está el Teatro dell'Orologio.

Walter promete hacerme llegar el texto. Y yo llenar con su lectura los vacíos -no muchos, por fortuna- que deja una lengua a la que tanto amo.

Retengo un dato: la asociación cultural que promueve el espectáculo tiene por nombre 'Gli Ostinati'.

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