viernes, 8 de abril de 2011

inés

No se trata de la chica enérgica y dulce que conocí aquí y de la que me despedí mientras desmantelaba su casa de Callao, en el Buenos Aires de ensueño de mi último viaje. Se trata de otra Inés, 'una chica singular, una señorita, una chica bien...', que así dice de ella y la describe su creadora, la novelista que hace unos días presentaba en la Biblioteca del Alcázar de Toledo su última obra, Inés y la alegría.
Me sorprendió que Almudena Grandes, con esa voz suya tan rota y especial, declarara que no sabía de la invasión del valle de Arán, aquella aventura impulsada por el PCE que quiso cambiar el signo de la derrota y de la dictadura franquista queriendo servir de foco de movilización y resistencia y llamar la atención de los países que luchaban ya contra el nazismo: aquella España, aliada de Hitler, sería también liberada.
Me sorprendió que confesara que, en septiembre de 2006, ni ella ni 'nadie a mi alrededor', sabía nada de aquello. Fue la lectura de las memorias de Manuel Azcárate la que la puso en la pista del episodio que desencadenaría la escritura, guión de cine imposible que se convertiría más tarde en novela y pórtico de una serie de episodios que no se atrevió a bautizar de nacionales.
¡Cuánto tiempo sin oir el nombre de Azcárate!. De nuevo la memoria, aunque fue antes la charla que comento que el pase previo a su estreno de la película que cuenta la escapada de Miguel. De nuevo los sabios, libres y reincidentes, heterodoxos entre heterodoxos, resistentes, lúcidos. De nuevo la que fue fecunda cantera humana, inteligente y entregada, del viejo PCE. Guardo por ahí escritos de Manuel A., algunos artículos, las ideas que nos ayudaban a ir entendiendo la política internacional de otra manera. No a la de aquellos informes interminables, rituales repetitivos en los que oficiaban -oficiábamos- los secretarios generales de cualquier rango, y que inevitablamente comenzaban por un análisis siempre implacable de la política internacional. Y si no, no eras nadie, y tu informe, total, un informe pobre.
Almudena nos decía que no quiso hacer historia, cuya materia es la verdad (sic), sino literatura, que tiene más que ver con la verosimilitud. Y calificó a la suya como una novela política escrita desde el punto de vista de los sentimientos.

En la sala, llena a rebosar, había sobre todo mujeres. Muchas mujeres, una inmensa mayoría de mujeres. Son las que más leen. Y puede que sean ellas especialmente las que mantienen al alza, en la política y en la vida -¿acaso no es lo mismo?-, el valor de los sentimientos. Almudena, Inés, Dolores...

Estuve allí queriendo que no se notara. Y fuera de allí, memoria de otras lecturas, recuerdo amable, mirada y gozo. Un código que se mantiene vivo y siempre atento.
No he leído todavía la novela. Cuando lo haga veré si la cocina, que le permite a Almudena tener un pie en el presente -como le permitía el juego del tiempo en sus novelas anteriores- es, como confiesa su autora, 'la temperatura emocional de la invasión'.
De la invasión de Arán, la última derrota armada de aquel ejército de hombres -y de mujeres- que nunca se rindieron. Las otras fueron ya, tiempos de ahora, derrotas en las urnas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...