sábado, 30 de abril de 2011

tenaz

Así es Lorella Zanardo. Como tantas mujeres combativas y lúcidas que han aprendido a decir 'no, gracias', esa manera gozosa de afirmación y rebeldía que ayuda a crear un mundo más acogedor y limpio, más decente.
Contra la imagen cosificadora del cuerpo de las mujeres, contra todos los berlusconis y sus televisiones, propone el aprendizaje de una mirada nueva. Que nos enseñe a verlas y a reconocernos como personas: sin amos, libres y capaces. Hasta de mover juntos -si es el caso- cielo y tierra.
Si ellas siguen siendo la mitad del cielo, gracias les sean dadas por tirar de la dignidad del otro medio.

cúrcuma





Una de las especias con más propiedades y beneficios. Muy recomendable para aliviar el dolor, ayuda a liberar tensiones y toxinas y a reducir, incluso, los niveles de glucosa en los diabéticos. De gran poder antioxidante. Buena para (las enfermedades de) la piel.
Nada dicen los viejos tratados acerca de sus efectos sobre el ánimo, que presumo benéficos.

jueves, 28 de abril de 2011

sol

Ayer vino el sol y me trajo el asombro de los ojos de las niñas y su alborozo ante la maravilla de los experimentos que me explicaban, ellas mismas sus autoras, en Vive la ciencia, esa pequeña feria del conocimiento. Cómo la mayor densidad de la leche hacía que se mezclaran lentamente los colores, o esa bola de papel que no se mojaba pese a ser introducida en un recipiente lleno de agua.
Los más mayores me ayudaron a fabricar allí mismo cerveza y un brevaje a modo de cola. Ambos de mentirijillas. Las otras me llevaron de la mano en el proceso de construir una bola -un polímero- que acabó botando de forma irregular, a la medida de mi torpeza. Los más grandes del colegio La Paz me hicieron ver cómo el color de un 'bitter' no es más que para que te entre por los ojos, y las más pequeñas me enseñaron los trucos de hacer pompas de jabón, enormes algunas y todas tan efímeras. Espero que las fotos hayan quedado a la altura de su mágica evanescencia.

Antes fue la despedida. Se cerró el telón del Teatro Circo, y María Isbert recibió el aplauso de las personas que nos reunimos para estar con su familia. Con Carlos, su hijo, tan amable, comenté los trabajos y los días de una mujer trabajadora del teatro, del cine, de la tele. Estará en la crónica de nuestra sentimentalidad, en la presencia en más de doscientas películas, de los 19 a los 91 años. Y con tiempo para ser muy madre. Siete hijos. La despedimos con música, el hilo que la mantuvo con los suyos en sus últimos días.

Y sería después el tiempo de agradecer a los maestros y a las maestras su empeño por que el encuentro en torno a Los libros gigantes se vaya haciendo mayor. Diez años ya. Que me dieron pie para recodar con las niñas y niños de esos coles que los libros se hacen con la paciente entrega y el afán de muchos. Que primero, antes de ser escritos, se sueñan. Y que esperan, siempre, a un lector, una lectora, que los despierte.
Los maestros, las maestras, siempre imprescindibles. ¿De quién, si no, la maravilla y el poder de enseñar qué se esconde detrás de esas letras que, juntas, hacen palabras y alumbran rios y mares, hadas y gigantes, gnomos y bosques encantados y payasos de circo? Y, sobre todo, ardillas. Parece que las hay en el parque centenario de la ciudad amiga.

De libros. Encontré Contemplación, de Rubén Martín Diaz, que leí anoche, y un editor joven y entusiasta me regaló una Guía de poetas de Albacete. Para andar orientado y perderme a sabiendas entre princesas.

lunes, 25 de abril de 2011

adiós

Siempre el adiós

Tú llorarás a mares
tres negros días, ya pulverizada
por mi recuerdo, por mis ojos fijos
que te verán llorar detrás de las cortinas de tu alcoba,
sin inmutarse, como dos espinas,
porque la espina es la flor de la nada.
Y me estarás llorando sin saber por qué lloras,
sin saber quién se ha ido:
si eres tú, si soy yo, si el abismo es un beso.

Todo será de golpe
como tu llanto encima de mi cara vacía.
Correrás por las calles. Me mirarás sin verme
en la espalda de todos los varones que marchan al trabajo.
Entrarás en los cines para oirme en la sombra del murmullo.
    Abrirás
la mampara estridente: allí estarán las mesas esperando mi risa
tan ronca como el vaso de cerveza, servido y desolado.

(Gonzalo Rojas, en El alumbrado)

25 de abril

Fue primero, sin todavía saberlo, una de aquellas tardes en que la corrala de la calle del Amparo fue gozo y  estremecimiento, aroma del desvelo, descubrimiento y luz, lentitud y prisas. En la ternura del reposo, la canción ya inolvidable que aquella tarde no anunciaba sin embargo la llegada de la libertad. Capitanes de abril que esperan a la sombra de una higuera sin edad, Zeca Afonso cantando a Grândola, también él sin saber.
Sería después, ya verano, cuando encontramos en Lisboa esa pensión ahora sin estudiantes de cuartos amplios y luminosa, cerca del Tejo, el rio que cambia allí de vocal para asemejarse al mar que busca desde tan lejos, recuerdos de otros días en Zaorejas. Con Nacha y Pedro, con P., necesidad de saber a qué sabe una revolución, cómo se respira en libertad. Y no sin nervios. Y no sin frustraciones venideras, que acabaron dando muerte a quienes aquel día prometimos en la plaza del Rossio otro destino ('... el pueblo os salvará').
Sabor de libertad, olor a nuevo, claveles, o povo é quem mais ordena, canciones, alegría, fraternidad... em cada esquina um amigo. Y el amor tan joven se hizo carne.
Grândola fetiche que se hace enorme fuente de pescado, y apetito, allí donde tanto sabían de miseria y de orgullo, alli donde se levantaron del suelo para que pudiera contarlo Saramago, el camarada todavía por conocer. Paseamos sus calles, en la cabeza -y en los labios- su estribillo, Grândola vila morena, terra da fraternidade.
Llovieron claveles sobre el estadio de la celebración, y en las fotos del mar una P. restallante de juventud y belleza. Verano del 74. Nacha y su eterna sonrisa. Por vez primera oigo llorar auténticas plañideras, y es un espectáculo y un viaje al pasado ese baile de pueblo, las chicas vestidas de domingo que esperan y una mujer mayor, de negro, al lado cada una.
Lisboa sigue siendo la ciudad blanca de aquellos días. Portugal, un sueño de abril. Como el verso de aquel poema de amor que nos dejó escrito el amigo Rodolfo: 'Pedacito de azul, lástima mía, sudor, saliva de mi boca'

domingo, 24 de abril de 2011

mahler

Me esperaban en Cuenca Mahler y el Orfeón Donostiarra. Mucha espera, sí. Y no he podido atender a mi deseo de asistir al concierto de clausura de la Semana de Música Religiosa. En lugar de la Segunda Sinfonía (la sinfonía Resurrección) en directo, la audición atenta y a solas de la Quinta ha querido funcionar como un placebo. Sin que alcanzara, claro. Y así, y con más lectura, pongo un fin provisional a unos días que dicen de descanso, o de vacaciones.

Sábado y domingo también de grises y nubes, el sol huido, como si no le complaciera asomarse a estos días extraños. Quizás por no querer ver cómo se desvanece, hasta casi desaparecer, la ética ante lo que algunos nos quieren hacer pasar por política, si es que por ‘política’ entendemos la persecución ansiosa de votos de ciudadanos a los que hemos despojado previamente de tal condición, reducidos a seres incapaces de pensar por sí solos.

Ni ética, ni estética, la de esa procesión permanente en pos de las procesiones, precedidas -o seguidas, que tanto da- de declaraciones que simulan no ver la viga en el propio pero sí la paja en el ojo del ajeno. Cuando no el recrear del ‘dime de qué presumes…’, para que todos sepan de tus carencias. Desvergüenza la de exigir a otros el cese de la conducta que practica el, o la, impertérrita exigente. O curioso afán de monopolio… esta es cosa nostra, y, al fin y al cabo, 'nosotros sí somos de los vuestros’. Lecciones que aprender.

Ha tenido que ser en esta semana cuando, de nuevo en un ejercicio de distracción y olvido, los poco amigos de las reglas básicas de la democracia -aquella vieja y sencilla separación de poderes- exijan del ejecutivo la extralimitación en sus poderes y la vulneración de derechos (vigilar y detener sin orden judicial, ¿también castigar?). Claro que tampoco tienen claro -otros sí, por eso se les nota más- que en un Estado no confesional no cabe confusión entre lo sagrado y lo profano, lo temporal y civil y lo -al menos en apariencia- espiritual. ¡Cuánto he echado de menos algún Cristo que expulsara del templo a estos mercaderes y sus viejas mercaderías!

Jueves y viernes, días de no hacer. Sí pensar, leer, reflexionar, anotar. Ver cómo cae la lluvia, mansa y terca, casi sin parar. Días sin acción que no lo son tampoco de pasión, si es que la lectura y el ejercicio de pensar no son acciones apasionadas.

Rehúyo el ruido circundante, y me extraña la ausencia de silencio cuando es silencio lo que parece convenir al espíritu que conmemora el ritual del sufrimiento y la pasión -negación, dolor y muerte- del dios. Muerte del dios, escándalo de gentiles cuya razón no entiende de omnipotencia que se troca en sinrazón, condición de la resurrección que es alivio y salvación y gloria. Recogimiento interior, decían, y fe. Se precisaban silencio y recogimiento y unción, decían, y así lo creía yo.

Lo que percibo, como siempre, es trompetería y oropel, falsa marcialidad, disfraz. Espectáculo. Representación. ¿Dónde el misterio?, ¿dónde la trascendencia? Que poco parece importar ese dejar-de-ser para ser ya otro-de-sí, esa síntesis donde muerte y vida, lejos de excluirse, son una para la otra, se necesitan mutuamente y mutuamente se anulan, una y la misma en ese bucle sin fin que se reitera -retorno eterno de lo mismo- cada año aquí por primavera (que es nacer, vitalidad), por otoño (ocaso y declinar) allí, en el hemisferio al sur. Cadencia de estaciones, ritornello, rodar sin fin de un sucederse sin novedad ni sorpresa.

¿Y por qué echar de menos fe en quienes de fe presumen, en quienes la fe se les presume? Cosa distinta es saber de ese acontecer público, abierto, que es ver y dejarse ver, esperar, congregación, desfile, atrezzo, emocionada exterioridad, aplauso y orden, órdenes, tradición y, por reiteración, dominio. Cuando no, si es el sur, jazmín y azahar, perfume y olor, noche templada, cera prendida, cuerpo, sensualidad. Refuerzo de la creencia cuando los sentidos suplen el concepto, cuando el decir -salir de y hacia el otro- que es repetición de lo aprendido por ajeno y otro se impone al meditar que es perpetua innovación de -y en- uno consigo mismo a solas, autonomía y decisión personal.

Me queda, de otra época, el placer de los oficios (siempre me ha gustado esa palabra que alude al trabajo, que evoca un hacer y un saber hacer: ‘tiene mucho oficio’) que celebran, la noche del sábado, la vida asociada a la luz, el renacer, ese tiempo germinal sin mácula que es principio, que es inicio y es promesa. Pero que es, irremediablemente, anuncio a la vez de un tiempo que se ha de agotar, que contiene en sí mismo la imperfección del pecado y la mancha que requieren, a su vez, de la redención –dolor, pasión y muerte mediante- que es perdón y vida.Y así por los siglos de los siglos.

Días de no hacer. Meditación, reflexión y lectura. Vísperas de acción con la mayor de las pasiones.

El Adagietto de la Quinta sigue teniendo el tempo lánguido de la muerte enVenezia.


viernes, 22 de abril de 2011

libros libres

'(...) Los libros nos ayudan a derrotar los prejuicios racistas, étnicos, religiosos e ideológicos entre los pueblos y las personas y a descubrir que, por encima o por debajo de las fronteras regionales y nacionales, somos iguales en el fondo, que los "otros" somos en verdad "nosotros" mismos. Gracias a los libros viajamos en el espacio y en el tiempo, como hizo Julio Cortázar en La vuelta al día en ochenta mundos sin salir de su biblioteca, y comprobamos que, con todos sus matices y variantes, la humanidad es una sola y compartida.'

'(...) La vida de los libros nos enriquece y nos transforma. Nos hace más sensibles, más imaginativos y, sobre todo, más libres. Más críticos del mundo tal como es y más empeñados en que cambie también él y se vaya acercando a los mundos que inventamos a imagen y semejanza de nuestros deseos y sueños.
Por eso, los libros son un testimonio inapelable de las carencias y deficiencias de la vida, aquellas que incitan a los seres humanos a crear mundos de fantasías y a volcarlos en ficciones para poder tener aquello que la vida que vivimos no nos da.'

'(...) Leer nos hace libres, a condición, claro está, de que podamos elegir los libros que queremos leer, y que los libros puedan escribirse e imprimirse sin inquisidores ni comisarios que los mutilen para que encajen dentro de las estrechas orejeras con que ellos aprisionan la vida. Defender el derecho de los libros a ser libres es defender nuestra libertad de ciudadanos, el precioso fuego que la atiza, mantiene y renueva.'

(Mario Vargas Llosa, La libertad y los libros, Feria del Libro de Buenos Aires)

martes, 19 de abril de 2011

más de libros

Mi día republicano del libro acabó de versos y maestras. De oficio de amor y de palabras, común a maestras y poetas. Porque, además de Historia de una maestra, de Josefina Aldecoa, ví -en ese lugar reservado a los libros de poesía- que ya está publicado el primer tomo de la poesía completa de Javier Egea (Manolo Rico ha cumplido), y acaricié las páginas de la Nostalgia armada de Olga Bernad, la de caricias perplejas, a la que tengo 'enlazada' aquí, justo al lado.

Me sorprendió ver una edición de poemas (Ocasión de paganismo y Pájaros de ausencia) de Agustín Gómez Arcos, al que no le conocía -¡tanto como desconozco!- esa condición de poeta después de haber leído Un pájaro quemado vivo, quizá su primera traducción al castellano, y sentirme obligado así a leer más para saber más: L´enfant pain y Ana non.

Un autor más del exilio tardío que también hizo suya una lengua diferente y distinta a la suya materna, y que me recordó otra lectura que en su día me deparó el azar, la de unos relatos de Michel del Castillo que hablaban, al menos en su título, de la semana santa y cuya referencia no encuentro ahora en las bibliografías oficiales.

Volvió conmigo Las Ollerías, de Joaquín Pérez Azaústre, que espero desde que tuve noticia, a través del blog de Rodolfo Serrano, de la concesión del Premio de la Fundación Loewe (Javier y Olga, también esperados, y Agustín, quedan para la próxima).

(...)
Tú no podrías seguirme la mitad de las noches.
Ni siquiera yo mismo sé decir lo que pienso,
aunque espero la cita de las horas sin poso:
un momento sin fe que se baste a sí mismo.
Mantén, incluso, abierta la ventana,
y déjame soñar con su alquibla porosa:
tu cuaderno de ruta, resguardado en el puerto,
mientras pule el vigor de mis dedos aún fuertes.

(Joaquín Pérez Azaústre, de Camarote, en Las Ollerías, 2011)

domingo, 17 de abril de 2011

libros y susurros

‘En mi infancia, viví en un mundo de susurros. Se emitían con cuidado. Hasta más tarde no me enteré de que el susurro tenía otros sentidos, como la ternura o la oración. Había cosas que se decían abiertamente, incluso sin empacho, como por ejemplo que había llegado el camión del pan con cartilla de racionamiento. Otras se decían sólo con las ventanas cerradas. O en el banco del centro del patio si no pasaba nadie por la calle. Y aun así, en voz baja, como si hubiese ciertas ventanas que uno no podía cerrar o ciertos peatones que no podía ver’.
(El libro de los susurros, de Varujan Vosganian,
traducción de Joaquín Garrigós)

Quise convertir el 14 de abril, Día de la República (‘¡Salud y República!’) en mi particular Día del libro, cuya fecha me arrebatan este año otras festividades. Y aprovechando una visita (casi) obligada a un Ministerio que frecuento, y antes de acudir a una reunión previa a otra que, seguro, terminaría tarde, me acerco a una librería que es un claro objeto de deseo, escaparate de novedades e intendencias siempre bien dispuestas, con ese discreto encanto de lo imposible soñado (‘Nos los llevaríamos todos, ¿verdad?’, me dijo el desconocido que pagaba su compra mientras yo esperaba mi turno).

En la mesa de los más recientes -algunos ya no tanto- me complace ver lo bien que titulan sus libros (también los escriben bien) las autoras de Castilla-La Mancha, que añaden a su éxito el éxito de premios y de ventas: El tiempo entre costuras, Lo que esconde tu nombre, Donde nadie te encuentre, La voz del mar (felicidades a Consolación González, amiga)… Y allí, juntos, dos libros que atraen mi atención, en común una palabra -susurro- en su cubierta. El susurro de la caracola, de M. Huerta, y Voces que susurran, lo último de J. Connolly. (Por cierto, de Connolly cuentan que fue regalando discos con los temas musicales que relaciona con sus novelas, y que llamó Love & Whispers a su última recopilación-obsequio).

Pareciera que el mundo y sus cosas se hubieran puesto a susurrar. Sobre todo, en sus títulos, las cosas de los libros. Susurran las estrellas de la madrugada, lo hacen también las sombras, y las brujas y el bosque. Hay susurros que dan título a poemarios y a novelas de corte policial. Susurros de la memoria es contenedor de versos que viene de México, y de Perú una novela premiada doblemente incitadora, El susurro de la mujer ballena. Hay susurros de pasión, y sabios eruditos –tal que Roland Barthes- escriben acerca de El susurro del lenguaje.

Incapaz, pues, de sustraerme al recuerdo del tiempo en que, perdida la voz, fue el susurrar el recurso más a mano para poder comunicar pensamientos y emociones. Que no fueron pocas. Algunas, y bien que las recuerdo, me llenaron de melancolía. Como la clausura que no lo fue, Europa como presencia y pretexto, como aquel rumor creciente hasta el aplauso de un millar de docentes -más ellas que ellos- en mi Santiago chileno cuando les hablé de mi disposición a estar con ellos incluso sin voz, ‘que las cosas importantes de verdad se dicen con un susurro’.

Hay en el silencio un susurro perceptible. Al inicio y al final de El gran silencio, esa que dicen extraordinaria película sobre la vida de unos monjes, una cita: ‘Dios no está ni en el viento, ni en el huracán, ni en el fuego. Dios está solamente en el susurro’. Pero es sin duda otra gran película, sobrecogedora, mi biblia en la materia: Gritos y susurros. Donde la humanidad aparece terrible y tierna, donde el grito del dolor se hace susurro que acaricia y cura. Quizás porque el dios del susurro acaba por hacerse carne y sangre y pasión.
          
No, claro, esta de oropeles y cartón que recorre nuestras calles vertida hacia fuera, ayuna de recogimiento interior y de humildad, huera, ruidosa y altanera. Que ignora la fuerza enorme y la dignidad de un susurro.

martes, 12 de abril de 2011

otros rezos

Se estrenaba abril y verdecía Toledo. Domingo de rezos y recuerdos, de celebración del fin de una querella que me lleva a la reflexión sobre la cultura y la humanización que supone, en el camino de la historia de los hombres, el ritual de dar tierra y sepultura a sus muertos.
En ciudades así el azar se conjuga con la necesidad, como (casi) siempre. Y no es de extrañar que unas obras -nuevas aulas para nuevos alumnos- sean la ocasión para que emerjan enterramientos antiguos, para que se descubran los restos de un cementerio judío en el que es hoy Instituto de Enseñanza Secundaria. Y, con el descubrimiento, la que puede ser interrupción del descanso eterno que para los alli enterrados quieren sus correligionarios.
Semanas de debates, meses de preocupación, conflictos entre las maneras extremas de entender la eternidad, el peso enorme del sentimiento -y del poder- de lo religioso y de quienes lo administran, interés diplomático, soluciones de compromiso, historia y arqueología, memoria y nombres adecuados al efecto. De todo eso, y aún más, hubo.
De todo eso me acuerdo mientras suenan las letanías de las oraciones en hebreo, esa lengua rediviva por el tesón como identidad de un pueblo disperso y plural. Mientras, un puñado de hombres -las mujeres, con los niños, discretamente apartadas- rezan en ese pequeño jardín que es ya campo santo, imponente la presencia de los rabinos de Madrid (el que lo es de las Españas) y de Londres, tan afable este último como amable, hombre de entendimiento que sabe cómo apaciguar los ánimos más exaltados.
Me dan la palabra, que aprovecho para hablar del recuerdo (ya sabéis, ese ejercicio que consiste en volver a pasar por el corazón) de los que allí aguardan, anónimos habitantes de una ciudad que dicen -y así lo dije- que quiso ser de la concordia en forma de cohabitación de tres culturas, tres lenguas, tres religiones.
Tendrán la suerte de vivir su muerte rodeados de vida. La de chicas y chicos que lucen con descaro su vitalidad, sus ganas de vivir y de ser. Buena compañía, la mejor sin duda, para descansar en paz.
Callaron los rezos en el IES Azarquiel. En el recién estrenado Museo del Ejército hacían un programa de radio cuyos ecos no llegaron a pesar de la espera. En un recinto cercano, madres jovencísimas (y algunos abuelos) acompañaban a sus pequeños en un viaje grato hacia la música. Me dijeron en el abril de un Toledo reverdecido que habían sido todo un éxito esos conciertos didácticos. Cosas de Ángel, el amigo vicealcalde, seguro.

lunes, 11 de abril de 2011

magrana

cristalls

hi ha un dolor secret en la fulla
que al vent vacil·la i dubta i cau.
hi ha una eufòria de funàmbul
sobre la pista i una mirada
que s'atarda sobre la terra humida
i sap que és el vol darrer i la darrera
carícia del sol, el darrer alè
del vent i per això l'instant esclata
com una magrana i cristalls de sang
segellen l'adéu.

(Anna Montero, Teranyines, 2010)
** Premio de la Crítica 2011, poesía en catalán.

sábado, 9 de abril de 2011

cosmopoética

Córdoba es, en estos días, mar de versos. Un cosmos -ordenado, valga la redundancia, como dicen del estar de los cosméticos- de palabras que se hilvanan para decir sueños. A veces, rotos. Otras, perdidos.
Y allí se dijo el otro día que la poesía es un grito en busca de una boca.

Y más. 'Un día pensé, como Shelley, que los poetas eran los legisladores del mundo. Hoy sabemos que no, que los legisladores son los mercaderes. Tal vez a los poetas les quede la tarea de ser los legisladores de lo invisible. Un día le escuché a Antonio Pereira hablar de Lêdo Ivo y lo que leí me recordó que Gamoneda, otro maestro, dice que la belleza no es un lugar al que van a parar los cobardes. Ahí nació en mí la idea de la belleza vinculada a la justicia. La poesía es el lenguaje de la delicadeza humana. Propone una delicada pero pertinaz resistencia al discurso único.'. Palabra de J.C. Mestre.

Y a Juana Castro, cordobesa y mujer de poesía, le conceden el Premio de la Crítica. Un acierto.


TIEMPO DESPEINADO

El mismo olor a tiempo despeinado.
Las mismas calles, los mismos semáforos,
la farmacia de enfrente, el Café de los poetas
tan solo como el aula que esta tarde me ha hablado
de ti en literatura. Y es idéntico
el inefable tacto de la noche en mis hombros
desnudos al calor del misterio o el verso,
y el modo con que acuden a mis ojos portales,
la memoria de calles con parejas lentísimas,
meses, fechas, andenes, madrugadas, al roce
de azahar de esas noches
que aún me reconocen como suya.

El mismo olor a tiempo despeinado.
Va surgiendo una hilera dorada de farolas
que hace temblar un resto
de oscuridad en tus labios. Y una niña
se deshace en latidos más allá de tus ojos
mientras tú te demoras
destrenzándole
el miedo.

Cuánto silencio
acumulándose
en el espacio breve de una boca a otra boca
hasta fundar el beso. Cuántos años,
para al fin descubrir qué lejos, sí, qué lejos
se hallan siempre dos cuerpos que se aman.

Todo aquello que nunca llegamos a decirnos
en aquella ciudad de otoño,
me habla
con tu acento de cosas perdidas para siempre.

Y desde algún lugar
del desamor acaso, del olvido
de aquello que tal vez me hizo feliz un día
-tus manos o tu piel- me llega ahora
un olor de azahar que me envuelve y que besa
dulcemente mis ojos, mis labios, un momento,
mientras cierro el balcón.


(Inmaculada Mengíbar, de Los días laborables, 1988).

viernes, 8 de abril de 2011

inés

No se trata de la chica enérgica y dulce que conocí aquí y de la que me despedí mientras desmantelaba su casa de Callao, en el Buenos Aires de ensueño de mi último viaje. Se trata de otra Inés, 'una chica singular, una señorita, una chica bien...', que así dice de ella y la describe su creadora, la novelista que hace unos días presentaba en la Biblioteca del Alcázar de Toledo su última obra, Inés y la alegría.
Me sorprendió que Almudena Grandes, con esa voz suya tan rota y especial, declarara que no sabía de la invasión del valle de Arán, aquella aventura impulsada por el PCE que quiso cambiar el signo de la derrota y de la dictadura franquista queriendo servir de foco de movilización y resistencia y llamar la atención de los países que luchaban ya contra el nazismo: aquella España, aliada de Hitler, sería también liberada.
Me sorprendió que confesara que, en septiembre de 2006, ni ella ni 'nadie a mi alrededor', sabía nada de aquello. Fue la lectura de las memorias de Manuel Azcárate la que la puso en la pista del episodio que desencadenaría la escritura, guión de cine imposible que se convertiría más tarde en novela y pórtico de una serie de episodios que no se atrevió a bautizar de nacionales.
¡Cuánto tiempo sin oir el nombre de Azcárate!. De nuevo la memoria, aunque fue antes la charla que comento que el pase previo a su estreno de la película que cuenta la escapada de Miguel. De nuevo los sabios, libres y reincidentes, heterodoxos entre heterodoxos, resistentes, lúcidos. De nuevo la que fue fecunda cantera humana, inteligente y entregada, del viejo PCE. Guardo por ahí escritos de Manuel A., algunos artículos, las ideas que nos ayudaban a ir entendiendo la política internacional de otra manera. No a la de aquellos informes interminables, rituales repetitivos en los que oficiaban -oficiábamos- los secretarios generales de cualquier rango, y que inevitablamente comenzaban por un análisis siempre implacable de la política internacional. Y si no, no eras nadie, y tu informe, total, un informe pobre.
Almudena nos decía que no quiso hacer historia, cuya materia es la verdad (sic), sino literatura, que tiene más que ver con la verosimilitud. Y calificó a la suya como una novela política escrita desde el punto de vista de los sentimientos.

En la sala, llena a rebosar, había sobre todo mujeres. Muchas mujeres, una inmensa mayoría de mujeres. Son las que más leen. Y puede que sean ellas especialmente las que mantienen al alza, en la política y en la vida -¿acaso no es lo mismo?-, el valor de los sentimientos. Almudena, Inés, Dolores...

Estuve allí queriendo que no se notara. Y fuera de allí, memoria de otras lecturas, recuerdo amable, mirada y gozo. Un código que se mantiene vivo y siempre atento.
No he leído todavía la novela. Cuando lo haga veré si la cocina, que le permite a Almudena tener un pie en el presente -como le permitía el juego del tiempo en sus novelas anteriores- es, como confiesa su autora, 'la temperatura emocional de la invasión'.
De la invasión de Arán, la última derrota armada de aquel ejército de hombres -y de mujeres- que nunca se rindieron. Las otras fueron ya, tiempos de ahora, derrotas en las urnas.

paseo

Buenos Aires from Rick Ziegler on Vimeo.

jueves, 7 de abril de 2011

escapada


Poder apearse de la vida con dignidad forma parte de la dignidad de la vida. De toda una vida, como la de Miguel Núñez, dedicada a ser en los otros, con los otros: la libertad, la igualdad, el amor. Ni la cárcel ni la tortura ni la derrota de tantos sueños pudieron con su alegría, con su humor sencillo, con esa naturalidad del héroe que nunca lo aparentó.
Va a nacer un niño en Estelí -ay, Nicaragua bonita, que canta Mejía Godoy y reza en verso laico Ernesto Cardenal- mientras Miguel se prepara para llegar al final de la escapada. Antes, unos pasos de baile que quedarán como símbolo de ternura en mi recuerdo. Y la retranca: '¿es necesaria tanta antesala?´. Y Marcos Ana pidiendo un monumento a la mujer española, quizás pensando a las que humillaba aquel cura de Ocaña que por crucifijo llevaba una pistola.
Las imágenes de Managua me devuelven a ese día -entraban los sandinistas- en que me llamaron para decirme que Blas de Otero acababa de morir. Se lo dije a Maxi, mi más que hermano, mis ojos resistentes a punto de infinito.
La película se llama como aquella infame traducción perpretada contra Godard, Al final de la escapada. Lo recordó Albert Solé, su director, que de niño conoció a Miguel y ahora nos regala una pieza que es ya parte de nuestra memoria escamoteada, escondida. Ya nos hizo temblar de emoción y gozo con el recuerdo de su padre hecho imagen y poesía en Bucarest: la memoria perdida. Gracias.
Es la película de un hombre que amó la vida. Tanto, que quiso apearse con entereza y dignidad para poder seguir viviendo digno y cabal -y libre, siempre- entre nosotros. Ensayando unos pasos lentos de baile, pensando en Elena, su amor, su compañera.

domingo, 3 de abril de 2011

dove?

y tendrá tus ojos

Hace un tiempo escribía Manuel Vicent uno de sus gozosos artículos, sin más misterios que los de una escritura acomodada a un contar que arrastra consigo emociones y nuevos saberes. Esta vez se trataba de Pavese, escritor del compromiso e il disamore.
Y citaba el verso, terrible, tantas veces citado, 'vendrá la muerte y tendrá tus ojos'.
Según Vicent, la muerte tiene los ojos color avellana. Yo creo que será, sea cual sea, del color de aquellos en los que nos miramos.

Verrà la morte e avrà i tuoi occhi

Verrà la morte e avrà i tuoi occhi
questa morte che ci accompagna
dal mattino alla sera, insonne,
sorda, come un vecchio rimorso
o un vizio assurdo. I tuoi occhi
saranno una vana parola,
un grido taciuto, un silenzio.
Così li vedi ogni mattina
quando su te sola ti pieghi
nello specchio. O cara speranza,
quel giorno sapremo anche noi
che sei la vita e sei il nulla

Per tutti la morte ha uno sguardo.
Verrà la morte e avrà i tuoi occhi.
Sarà come smettere un vizio,
come vedere nello specchio
riemergere un viso morto,
come ascoltare un labbro chiuso.
Scenderemo nel gorgo muti.

(Cesare Pavese)

sábado, 2 de abril de 2011

gozos, y sombras

Hablar de Los gozos y las sombras es viajar a la memoria grata de Charo López llenando, ella sola más de una memoria, el espacio entero, fuerza y vida, pasión, deseo. Mucho después me diría que había dejado de ser aquel sexsímbol que fue (y yo le dije que no, que a la vista estaba, radiante y rotunda). Y viajar a la memoria de Gonzalo Torrente Ballester. Pocas veces he disfrutado tanto con dos novelas, tan distintas las dos y tan suyas, como La saga-fuga de J.B. y Don Juan. Con La saga-fuga..., placer -intenso- de leer, humor, vida, ensueño, evocación, magia y realismo.

Pero si hoy me viene ese título al presente es porque hay pocos gozos sin sombras, o puede que ninguno, que quizás sea la sombra su compañera fidelísima. Tanto, que sin ella no se entienda tal vez la esencia del gozo.
Acaso porque, si no, seríamos en verdad como dioses. Y sería, así, infinita la soberbia del hombre, y su poder infinito. Puro gozo.
El mejor, justo el que sigue a la sombra pura, el que restalla luminoso y enciende, apagándola hasta desvanecerla, la sombra sin nombre. Nunca fue ese gozo dicho de mejor manera que como lo dejó dicho Ángel González:
'y la sonrisa tuya es más que tu sonrisa:
amanece sin sombras la alegría del mundo'
.

Pero la sombra llega apenas sin nombrarla cuando llega la noticia de que ha muerto P., el amigo irónico y aparentemente feliz, un amago de sonrisa perenne a quien lo quisiera ver. Su casa fue, inmigrante temprano, la única cueva en la que he dormido, excavada en la tierra de un desmonte en Entrevías, bien encalada, cocina y cuarto y alcoba, húmeda y limpia, siempre tenue la bombilla siempre encendida. Pedro y A., su mujer, y dos hijas, y Olvido con ellos. A menudo me he preguntado el porqué de esos visillos, ese papel inmaculado en la repisa.

Ni gozo ni sombra. Un acierto, y coherencia. Zapatero confirma que no se presentará como candidato, una decisión anunciada.
Por cierto: a mi no me ha fallado.

viernes, 1 de abril de 2011

consejo

No

Nunca pongas a nadie en compromiso
de deleite que tal vez no apetezca,
que es ley que cada cual goce sufra y padezca
a solas en su solo paraíso.

(G. Hidalgo Bayal, en su blog)
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...