domingo, 6 de marzo de 2011

restos de salmos

Zaranda -o zarando- es una palabra que he oído desde pequeño asociada siempre a la muchacha (o al chico, según) que sin salir de la adolescencia, pero ya crecida, sigue teniendo sin embargo ademanes, costumbres y comportamiento más propios de una niña. ¡Vaya par de zarandos!, nos decía la abuela Gloria a mi primo Antonio y a mí cuando nos negábamos a ser mayores a la hora de algún mandado (o recado, según el lugar).

Por eso nunca había recurrido yo al diccionario para buscar el significado de la palabra con que se bautizó el Teatro Inestable de Andalucía la Baja, ni tampoco le pregunté ayer por ella a Francisco Sánchez, Paco de la Zaranda, cuando tuve la ocasión grata y el placer -sí, bien puedo decir también que el honor- de darle la mano y charlar un rato con él y con Paco Plaza después de la función en el Teatro Rojas. Que una feliz carambola me permitió disfrutar -y como pocas veces he tenido ocasión de hacerlo en un teatro- viendo Nadie lo quiere creer (la patria de los espectros), el último espectáculo de La Zaranda, premio nacional de Teatro 2010.

Eusebio Calonge, autor del texto, aparece en la cafetería como un Valle-Inclán resucitado. Mi felicitación se acompaña de un comentario más que simple, recordando el apellido y los conocidos que lo llevan de la vecina Campo de Criptana. Poco efusivo mi elogio para la grandeza de un texto envolvente al que ponen voz y gesto, ritmo, movimiento y vida tres actores de una pieza, tres maestros capaces de llenar una hora y media de magia y desasosiego, de ruindad y poesía, de memoria y nostalgia y sueños amputados y ambición, de palabras que cortan afiladas como un cuchillo y llenan de verdad, ampliándola, una realidad que es sainete y vida y desgarro, y en la que -cerrada, el aire que no entra- cuesta respirar. De crear un mundo propio que aprisiona como un bucle sin fin. Con una iluminación, de Calonge igualmente, que actúa al modo de un cuarto actor.

Francisco Sánchez, actor y director, es, como sólo lo son los grandes, un tipo sencillo y cordial que habla de su próximo estreno en Taiwan sin olvidar -como si un acto de lealtad- su compromiso de antiguo con un pequeño festival y un amigo que ya no está. En diez minutos acabas teniéndolo a él de amigo. Y al despedirme, ganas me dieron de darle un abrazo.
Buena gente. Buen, excelente, teatro. Para pensar, para (son)reir. Para disfrutar.

Al salir, llovía en Toledo. Mansamente y sin parar, como si fueran otras tierras. En éstas seguimos llamando zarandos a los mocetes que se resisten a reconocerse mayores. Pero el diccionario de la RAE dice que 'zaranda' quiere decir criba, cedazo, y es también sinónimo de harnero, cernedor, tamiz. Como si la precisáramos para pasar a su través las emociones y otros aconteceres del espíritu, sometido casi de continuo al zarandeo de estos tiempos que parecen necesitar de jaculatorias como las que pronuncia 'la señora', palabras que no son sino restos de salmos.

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