sábado, 23 de octubre de 2010

doña lola

Ayer me regalaron la oportunidad de acompañar a Lola Herrera, doña Lola, en la entrega de un premio a su trabajo. Fue en el Teatro Circo de Albacete. Y pude comprobar que sus ojos y su sonrisa siguen fabricando una mirada de ensueño. Toda una señora, que diría mi amiga Blanca.
Por entre aquellas butacas, y en medio de los saludos, evocaciones. Las horas con Mario, el Delibes que leí temprano, la clara certeza de que el teatro es sueño y emoción, pasión y vida. Y en Lola, hecho carne y ternura, verdad.
Entre las evocaciones, la memoria de una confesión dolorosa, casi inconfesable, y valiente. Y las lágrimas de homenaje a su madre.
Le di las gracias (y recuerdos) y le hablé de afectos. Le dije, sencillamente, que la queremos.

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