lunes, 16 de agosto de 2010

la hita

 
En medio de la Mancha, casi a la orilla del caz nuevo del Gigüela, se levanta un observatorio astronómico. No es, no, ningún espejismo producto de la calor, o del esfuerzo de los pedales, sino el alzarse paciente, año tras año, de las cúpulas que visten de tecno las viñas, las huertas y las panjías de su rededor.          
Y como decía nuestro poeta, no las levantó la nada. Ni siquiera la tierra callada, pero sí el sudor, el tesón y la inteligencia de Faustino, joven de la Villa de Don Fadrique que sabe aunar el trabajo de las manos y del cerebro con la pasión por los cielos.
Viene de una familia empeñada, de antiguo, en asaltarlos. Él, más modesto y más práctico, quiere ponerlos a ras de tierra para que todos los podamos ver. Nuestros, a la medida de los hombres. Como suelen hacer los idealistas que no temen cabrear a los dioses desde aquel que les robó el fuego para hacerlo humano.
La Hita se llama el paraje y el observatorio, y la Fundación que lo anima y sustenta. El término municipal, La Puebla de Almoradiel.
Universidades y redes internacionales de seguimiento se sirven de él y con él colaboran. Es sólo el comienzo.

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