sábado, 3 de julio de 2010

lugar corto


ser modesto,
y no haber quien me baldone;
y mayormente viviendo
en un lugar corto, donde
otra falta no tenemos
más que decir unos de otros
las faltas y los defetos,
y ¡pluguiera a Dios, señor,
que se quedara en saberlos!



Pedro Crespo (portentoso el trabajo de Joaquín Notario) lo refiere así cuando trata, finalmente en vano, de que don Álvaro de Ataide, capitán y libertino, restaure el honor que en la honra de su hija Isabel ha perdido.
Lugar corto, dice Calderón de la Barca de esa Zalamea que tiene alcalde llano y cabal, y justiciero, en descripción feliz y certera y que me gusta especialmente: lugar corto. No hay en esa referencia, que habla del tamaño del lugar y del número de sus vecinos, elogio y alabanza de aldea tan al uso un tiempo atrás, sino relato veraz y, de fondo, la razón verdadera de esa manera tan especial (y católica) de deshonor: el andar entre lenguas, la virginidad -de mujer, claro- arrebatada.
Serán la muerte y el convento los que devuelvan el honor. Al padre, of course, que, aunque villano, es al fin y al cabo rico. Será la vida retirada, desposada la hija con esposo que no mira calidad.
Pero no quieren ser estas letras disquisición sobre el honor y su tratamiento en el siglo XVII (que literatura al respecto hay para quien le interese), que a mí me atrae más desde que la leí la ironía del Pijoaparte a Teresa en una de sus últimas tardes ('No. En la honra no', parece que viene a decir ella ante los intentos de él. 'Pues vaya sitio para guardar la honra', pudiera haberle respondido el joven símbolo aspirante al desclasamiento).
Tampoco reflexión sobre el uso de la fuerza y el abuso de poder ejercido sobre la mujer, sobre las mujeres, que es asunto grave y que no admite frivolidad en su tratamiento, no.
Se trata de celebrar el estreno ayer, en la jornada inaugural del Festival de Almagro, de El alcalde de Zalamea, por la Compañía Nacional de Teatro Clásico.
En el programa de mano escribe Eduardo Vasco, director del montaje, que ha sido para ellos un privilegio poder ensayarla y representarla 'tratando de hacer disfrutar al público, destino final de los esfuerzos y ambiciones de la gente de teatro desde el siglo XVII'.
Y el público disfrutó. De nuevo, el éxito de ese milagro de la vida que llamamos teatro.
Otro milagro, de ternura y de amor, se producía a mi lado. El de Valentina, seis añitos recién cumplidos en el comienzo del mes, en los brazos de su madre.

(foto de Guillermo Casas Baruque)

2 comentarios:

  1. Un placer leer tan magníficas recomendaciones.

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  2. Yo tengo mi cita anual con el Festival para el sábado 9. Cada día es más complicado conseguir entrada para los fines de semana. Disfrutaré como siempre.

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