sábado, 17 de julio de 2010

áureo y los aprendices de filosofía, y un cervantes en tinduf


Áureo es un tipo comedido, callado. Si no supiera de su timidez, parecería el suyo un comportamiento huraño. Hoy, sin ir más lejos, he llegado puntual a la presentación de la acción pictórico-sonora a la que han puesto de nombre Antitel, y cuando el artista ha llegado no he tenido la deferencia de su saludo aunque no nos separaban más de tres cuartas de distancia. Tímido, que no hosco. Ni, mucho menos, descortés o maleducado.
Presentaba su exposición Not I pintando en la propia sala, ante el público, un cuadro que finalmente castellanizó con un Yo No a modo de firma y trazo. Durante, tres jóvenes músicos aprendices de filosofía pusieron sonidos. O puede que Áureo -resonancias platónico-pitagóricas en su nombre- pusiera formas y color a los sonidos de aquéllos.
Me ha gustado. Es, para nuestros pagos y costumbres, una acción audaz la de Áureo, rodeado de los (y las) pintores locales. No faltaron tampoco las autoridades. Ni los amigos, ni las amigas.
Mucha calor, casi como la otra noche en Almagro, de flamenco y poetas. Hoy también estaban aquí Rafa y Quique. Y vino después Daniel, y Milagros-un milagro- también acudió. Fue en el Museo Municipal de Alcázar de San Juan, como quien dice sin salir de casa, al pie de los restos de un magnífico mosaico romano.
Consuelo me presenta a los estudiantes de filosofía. Son cuatro, que hay una chica con ellos. Me dicen que lo hacen voluntariamente, lo de estudiar filosofía, 'porque hemos querido, no porque no hayamos podido hacer otra carrera'. Y sé bien por qué hablan así. Bromeamos. Uno de ellos, me dicen, es 'hasta hegeliano'. 'De la izquierda', me responde cuando le pregunto el tópico de si izquierda o derecha hegeliana. Consuelo se ríe.
Me despido de ellos, que tienen la utopía de los que quieren ver más allá. Sabemos que la lechuza de Minerva levanta el vuelo al atardecer.
Me despido de Áureo y le felicito. Le he tendido la mano. Y sí, finalmente me ha saludado.
Enhorabuena.
A las puertas del Museo saludo a tres niñas saharauis. Vienen con Antonia e Isidoro, de reclamar la apertura de una sede del Instituto Cervantes en el desierto, piedra negra y dura, de Tinduf, allí donde un esfuerzo de pequeños titanes conserva la lengua española como oficial entre los ciudadanos de la RASD.
Cuando estuve allí, los textos donde aprender español los imprimían en Suecia. A los maestros los formaban en Cuba. Que cosas veredes, amigo Sancho.
Parece que Carmen Caffarel, directora del Cervantes, los recibe el martes. Que aquí estarán, en Alcázar de San Juan, todos los directores de los Cervantes de todo el mundo.
¿Querrá alguno de ellos un destino en los campamentos sin luz de estos saharauis que esperan, ahora sin guerra, volver a su tierra?

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