viernes, 8 de enero de 2010

creando escuela (y una sonrisa)


No recuerdo exactamente cuándo, pero sí que andábamos (Tomi y yo) buscando una frase -un slogan, vaya- que pudiera aparecer en los papeles diversos y en los actos que programáramos desde entonces en la consejería de educación. No fue difícil dar con ella, y después lo hemos vuelto a hacer, y hemos encontrado otros, con otras (¿verdad, Ana?) que han ido jalonando diez años de trabajo.
Si cuando quisimos definir qué era para nosotros la educación dimos con ésa que dice que 'La educación es la base de la igualdad', que tanto me gusta (y les gusta, sobre todo, a quienes nos visitan de fuera) y que me da la bienvenida todos los días desde el hermoso vestíbulo de la casa donde trabajamos, aquella otra que quiso contar lo que hacíamos fue 'Creando escuela'.
Creando (y apostando por la creatividad y por la innovación con todos), que no haciendo, que se parecería más bien a esa tarea, bien distinta, de buscar seguidores, de querer devenir ejemplares, de pretender la distinción por una vía poco adecuada. Ya nos distinguía el predicar, y hasta con el ejemplo, que queríamos que la educación sirviera de herramienta para trabajar por la igualdad.
Aunque no se cumplían ayer (el calendario administrativo quiso que el inicio tuviera lugar el primer día del año 2000), sí quisimos celebrar, de vuelta de las vacaciones navideñas, los 10 años de ese andar 'creando escuela' con un acto sencillo -más bien un encuentro- con una representación de quienes han sido los protagonistas de esos diez años. Alumnos y alumnas, profesorado, familias.
Un encuentro que fue ocasión para hablar de educación (que es, sobre todo, hablar del futuro) con el Presidente de Castilla-La Mancha. Y estuvo bien José María Barreda, que ha empujado en estos años como un enseñante más, que lo es.
Diez años pueden traer muchos recuerdos (y ya se sabe que el recuerdo no es sino algo que fue y vuelve ahora a pasar por el corazón, acompañado esta vez de la emoción), y esos recuerdos vinieron durante el encuentro a acompañar el presente y, claro está, a convertir casi en certeza el presentimiento de que llega la hora de armar el futuro en otros horizontes.
La intervención de un alumno, además de la constatación de que se pueden tener ideas muy viejas -ojalá y sean prestadas, que no propias- en cabezas muy jóvenes, me llevó a reiterarme en que ésta de educar es tarea y oficio sólo para optimistas (no confundir, favor que pido, con ingenuos). Una tarea que prospera cuando se entreteje la confianza del maestro en la capacidad de aprender del alumno -y en su propia capacidad para enseñar y educar- con la confianza y el respeto del alumno que se sabe capaz de aprender -y respetado a su vez y ojalá que también querido- en quien le acompaña y ayuda en esa aventura sin igual, y con la confianza, el reconocimiento y la exigencia razonable de las familias en los maestros y en los profesores de sus hijos.
Me acordé -que hubo tiempo para mucho- de cómo tenemos que seguir porfiando en el empeño por derribar algunos ídolos (sir Francis Bacon, preilustrado, nos previno) de esta tribu tan especial que sigue pensando que la educación, más que una multiplicación de oportunidades, debe ser una carrera de obstáculos. Y si pueden ser grandes, casi insalvables, mejor. Que caigan muchos, que sean apartados: al final, ni ejército de mano de obra de reserva, ni siquiera esclava legión serán ya.
Piensan éstos que, triunfantes ellos, siempre serán los otros los que caigan.
Optimistas, que no ingenuos. Y que busquen los pesimistas otra profesión.
Y llegó, además, la sonrisa que esperaba desde la víspera. Discreta. Efectiva.

Hoy, ya con Miguel, el encuentro de ayer es recuerdo y memoria. Y, al pasar por el corazón, emoción y nostalgia:

No puedo olvidar
que no tengo alas,
que no tengo mar,
vereda ni nada
con que irte a besar.

(De Cancionero de ausencias)

1 comentario:

  1. Enhorabuena por los 10 años y que sigas muchos más combatiendo el pesimismo de la razón.

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