sábado, 5 de diciembre de 2009

Evita en el balcón de la plaza de Oriente


Los jueves, en la 1 de tve y después de Cuéntame, vienen pasando -por capítulos- documentales que celebran los 50 años de la presencia de la televisión en España. El archivo de la cadena pública es una auténtica joya, quizás la mejor fuente para leer la historia de este último medio siglo y ver cómo pasan modas, tiempos, músicas, políticas. Alguien ha dicho de él que es 'un lujazo'.
Hoy he visto, grabado, uno de esos capítulos, el más inteligente de cuantos he tenido la ocasión de seguir. Cuenta las historias que suceden en las calles (con sus plazas) de España, cuenta el cambio ocurrido y, de manera tan sencilla como magistral, lo que permanece bajo/a pesar de/más acá del cambio: como agazapado y, por ello mismo, difícil de precisar, como pegado al alma húmeda -que así se me ocurre ese volkgeist a la española- de nuestro pueblo tan de secano, como si se encontrara diluido en el agua con que riegan las calles y las plazas esas mangueras de antaño, en el agua sucia con la que friega la acera -rodilla en tierra- esa mujer que es la quintaesencia de todas las mujeres siempre arrodilladas (en la iglesia, en casa, ante el marido, en el confesonario) de todas las historias de todas las españas. (Un apunte: erguidas y en pie, y nunca más de rodillas, fin de las historias de dominación, que así también se cuentan y así y sólo así las queremos).
El ser, pretendido ser, de España que queda, que permanece, redondo y macizo, eterno presente en su ser sin pasado ni futuro. Y el ser impermanente, en ese cambio que es y no es para dejar de ser y hacerse otro, devenir, en el agua del rio que nos lleva que es y no es la misma en su fluir como queda dicho en la metáfora feliz del viejo Heráclito (aquel que también habló de la guerra -masculino en griego, 'ó pólemos'- como el padre de todas las cosas).
Así los he visto, con los ojos del alma, a través de las imágenes de Aixalà (Josep Miquel), su autor, enamorado desde niño de las imágenes que son documento, maestro en la urdimbre de su banda sonora, señor de un montaje que es toda una lección de lenguaje y ritmo. Reparad en las secuencias de las cargas de los grises (y alguna más ya marrones) que funden en negro al ritmo de los disparos de botes de humo... ¡qué cerca los sentimos aquella tarde en la gran vía, protesta necesaria por Santiago detenido, la eternidad detenida en un segundo de aquel fusil que nos apunta!
Cantan los beatles let it be en las ventas, metáfora de la españa indemne tras el desastre de todas las riadas, y alterna el 0,7 con las sombras en negro de la semana santa omnipresente que se funde y se confunde con las multitudes acarreadas de la plaza de oriente. En ese balcón aparece, icono de los tiempos idos, la llorada Evita: sin descamisados, moño rubio y mito que descansa finalmente en La Recoleta (ficus gigante, sombra en La Biela).
Y ese mismo balcón -con su carga de personas personajes- boca abajo, símbolo del poder perdido, es la mejor lección del poder, inmenso, de las imágenes.
No podían faltar los niños. Ellos, y ellas, mirada de ojos profundos y sonrisas, polo y helados, son sin duda lo mejor de estos cincuenta años. Lo mejor de la historia de las Españas, son siempre el deseo de ser, ese no cambiar en el cambio, por siempre futuro.

1 comentario:

  1. Yo también lo vi pero en directo y también me dejó boquiabierto.

    Me he metido en la web buscando referencias y he llegado hasta este blog. Me gusta cómo está escrito y creo que sería un excelente texto introductorio si alguna se publica 50 AÑOS DE CALLE en DVD.
    En la web de TVE nos explican que hay otros por llegar y tienen muy buena pinta: Religión o diversión, por ejemplo.

    Felicidades por el blog.

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