sábado, 7 de noviembre de 2009

noviembre

Noviembre es mes de otoño y cumpleaños. Leyendo hoy a mis amigos (Antonio ha escrito de su infancia recuerdos luminosos, y Enrique recrea certeramente una de piratas) y recordando que le debo un recuerdo a Mercedes Sosa, que tanto me ayudó con mis clases -de filosofía, aunque también de las otras- y mi geografía sentimental, he regresado a un poema airado (y escrito por tanto de un tirón) que armé para una publicación de hace unos años sobre la memoria de la escuela.
Éstas eran mis memorias de entonces. Mi abuelo Pedro ocupaba en ellas, y ocupa, el lugar que tiene aún en mi vida.

Son mi infancia recuerdos de frío estufa y leña
raíz cuadrada con flores a maría frescor cerradas las ventanas
te invitan a la siesta
cuadro con ángel de la guarda que nunca supe bien
si protege a los niños que cruzan el puente o aguarda a que caigan
espadas en llamas
y miedo ¿y castigarles prenderles fuego?
foto: mapa de España bola del mundo bandera y águila (la tengo)
ella inmaculada y sonrisa detrás complaciente
escuela de las monjas y yo tres años y apenas recuerdo
pantalón corto jerseymarcelino botas duras que hacía para mí mi padrino
zapatero el maestro de la música que hoy llaman
director de la Banda y exilio y destierro amén

Frío estufa y leña
sabañones qué palabra qué picor qué dolor
primero cantar Isabel y Fernando como los vecinos esos nombres cercanos
y cómo entender ese imperar del espíritu
y en todos los sitios a cada momento la invitación: a morir aunque
besando eso sí
la sagrada bandera ¿y el ángel de la guarda?
y españa la nación poderosa que jamás dejó de vencer
a mi abuelo entre otros recién vuelto de redimir penas
por el trabajo
de albañil de peón de carpintero y a construir los nuevos imperios
la academia imperial por ejemplo de Toledo que sólo sabré mucho más tarde
y ya el general se cuadra y saluda
y enseñándome él y una monja sor Patro a leer y ya nunca lo pude dejar
la cartilla primera ‘me ando en la i’ de la iglesia pintada o en la t del tomate
la u de la uva en pueblo de viñas y mosto y vendimias
la cartilla segunda después el catón enciclopedia álvarez qué pocos libros
nunca más y ahora ya avidez
qué tristeza y miedo y temblor
de cura revestido presidiendo y negro y de oro capa pluvial y aquelarre
de quema de libros
¿de qué irían? ¿de qué sueños hablarían?
allí en la plaza frente a la iglesia ardieron también mis cuentos
que así se les decía entonces en mi pueblo a los ‘tebeos’
los míos sí que escondía robertoalcázar capitántrueno eljabato hazañasbélicas
sigrid el pecado y pedrín
que alguien a mi padre ¿sería el mismo cura? le dijo no son buenos
Son mis recuerdos la escuela de la villa a cubrirse ar y caraalsol
prietaslasfilas
y de nuevo a luchar a morir alegres la patria de escuadras
¿no la del albañil dices? recias marciales impasibles ademanes
y aquel libro de huérfanos que recorren españa y me hace llorar
solidario yo y triste y casi guerrero -y nunca haría la mili marcial-
contra la injusticia y el odio de los malos
¿odio, mi abuelo y los pocos abuelos que con él volvieron?
Y confusión y mucha rabia y descubrir poco a poco la verdad
del silencio
de lo que no se habla de eso no se habla ni hablar que no
y a callar
como butano el color que recuerdo de aquel queso
‘donación del pueblo americano al pueblo español’
como el colchón de hojas de pino que usaría después pasado el mar
y de buen color aquella leche fruto del polvo de bidones grandes
sobrante de Corea
con grumos si hoy doña Amalia no remueve bien
caliente sabrosa de espuma que se queda en el borde del vaso
plegable
del vaso de llevar de casa y de azúcar en papelina bien dobladas

Recuerdos tengo de tardes y juegos pídola tocalé bolas y trompo
que chicos de madrid decían canicas y peón o peonza sí finos
el clavo -calles que no han visto asfalto- que corta y parte y reparte
el territorio
hendiendo la tierra repisada y dura
la comba no que es de chicas y el escondite y la taba y la correa
a médicos no ni hacer guarrerías ni a familias el mismo cura decía
el mismo de no cumplir él mismo ni el sexto ni otros
la amenaza siempre la oscura la muerte la hoguera que quema
para siempre

Los domingos son de más recuerdo de gaseosa pipas y cine
el cine pura alegría qué ganas ir con los buenos ganar
el recuerdo se aviva y se aleja en Santana
que así llaman todos al barrio aquél de mis sueños primeros
que allí crecí
y supe después cuánto después que no que así sí: santa Ana
¿escuela? nave estrecha estufa bancos pizarrón y un cristal roto
corral y retrete y sarmentera para el frío la estufa
barrio de pobres más pobres cuánto los quiero
mocos y talega descalzos todavía algunos fin de los cincuenta
don Eugenio mi maestro mi mejor recuerdo sin saber sus estepas
¿de la azul división?
raíz cuadrada leer leer pluma tintero y secante caligrafía
la letra ¡gótica!, la aritmética dibujar calcando
primera comunión obispo de almirante confirmación
qué guapa mi madre en la foto

Mis recuerdos de entonces no alcanzan a ver ni vara ni palmeta
vendría después, la palmeta
en Madrid con el ingreso con la emigración, sí, extraño
y ajeno y dolor
que se me daban mal el análisis gramatical y el credo

Para entonces había yo perdido ya
la inocencia y a mi pueblo.

2 comentarios:

  1. Excelente. Aparte de la verdad y el corazón que hay ahí, ¿cómo os las apañasteis Antonio y tu para comer queso? En mi infancia están los sacos de leche en polvo de Corea. Pero ¿y el queso? ¿Había pueblos de primera y de segunda? Merece una investigación.

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  2. aún con el salto entre un pueblo de La Mancha y un barrio de este lado del río en Madrid, lleno de emigrantes de tierras más cercanas que ahora, encuentro muchos paralelos.
    ¡suerte que tengo de que algún amigo lo escriba tan bien!
    ed

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