domingo, 25 de octubre de 2009

Los lunes, poesía

Rodolfo Serrano, antes que ser casi más conocido como padre de Ismael, ese chico que canta y enamora, era ya uno de los periodistas a los que daba gusto leer. ¿Recordáis aquellas crónicas de los debates en la Asamblea de Madrid? (Por cierto, aunque las crónicas ya no son, ni remotamente, lo que eran, ¿qué es de los debates?). Periodista lo sigue siendo, aunque sólo fuera por hacer bueno el lugar común de que hay profesiones -además de la de cura- de las que no se puede dimitir, y escribe tan bien como siempre, o mejor incluso, en un diario de los que llaman digitales.
También ha escrito libros, y alguna novela que quiso ser policíaca de personajes demasiado (ir)reconocibles.
Pero tiene Rodolfo una faceta que me gusta contar, por aquello de difundir y, sobre todo, compartir. Como un obrero diligente de la palabra nos regala en su blog todos los lunes -y a veces algún día más- un poema. Siempre suelto, ágil, de amor -y sus contrarios- las más de las veces, de nostalgia de manera permanente.
Un poema que llena los ojos de emoción y de ternura. A Rodolfo le gusta la gente, y le gusta el mundo. Puede, casi seguro, que no éste, por lo que sigue porfiando en cambiarlo. Aunque sea el que le proporciona el material de sus sueños, hechos felizmente palabra y corazón.

Cosas de la edad


No sé por qué me pasa. Será porque estoy viejo,
pero prefiero ahora el frescor de un gintonic
al calor de unos cuerpos que ya no me acarician.
Y una tarde perdida viendo pasar las nubes
a una madrugada de incierta pasión loca.

Será que pasa el tiempo, pero he de confesarte
que prefiero una charla sobre libros o cine
a promesas de amor que no puedes decirme,
y, si puedo elegir, me quedo con la risa
de una mujer extraña que me mira en el metro.

Es verdad que el recuerdo de tu sexo y tus labios
todavía me conmueven en las noches de insomnio.
Y que te añoro tanto como si nunca hubieras
sido aquella mujer de sueños y metralla,
cuando sólo tenía tu nombre para ahogarme.

Pero, ya que lo digo, tendré que confesarte
que confundo tu piel con la piel de las otras.
Y dudo que tus brazos pudieran contenerme
más allá de los veinte segundos del orgasmo.
Y no sé si podría fumarme un cigarrito.

Así que así las cosas, esta tarde
hagamos el amor en estos versos
que no serán los últimos,
amor, que yo te escriba.
Y ni siquiera serán los más sinceros.

2 comentarios:

  1. Ya he ido a leer a Serrano que es otro de los periodistas que por hacerlo bien ha tenido que dejarlo. Ah¡ y fui a ver a Darín. Qué grandes son todos los actores y qué historia más bien hecha. Creo que le sobra el final feliz pero bueno....

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