sábado, 13 de junio de 2009

abstención, democracia, ciudadanía

Tengo para mí que la abstención es una dejación de la libertad, una renuncia, siquiera sea -o afortunadamente lo sea siempre así- momentánea.
Si el fundamento mismo de la democracia son los sujetos entendidos como actores en su c(u)alidad de ciudadanos, y el ejercicio del voto es un momento y una acción fundante de esa democracia, cabría pensar en la abstención como un ejercicio de esa libertad que la democracia permite y en la que se sustenta. 'Puedo, efectivamente, votar o no votar: esa es mi elección', dirá el abstencionista.
Pero podríamos pensar, con tanta razón al menos, que en el momento del voto, y sólo en ese momento (salvo que nos enredemos en teorías esencialistas), un ciudadano es formalmente igual a otro: vale no por lo que tiene sino por lo que es. O, dicho de otra manera, tiene lo mismo que el otro: su voto, un solo voto. Su elección, junto a otras muchas, decide. Y dejar de decidir es, realmente, abstenerse del ejercicio de su ciudadanía en el momento en que se perfecciona de manera más rotunda e igualitaria: del ejercicio, pues, de su libertad.
No digo con esto nada contra las personas que dejan de expresar su decisión en cualquier elección, no. Sí contra quienes juegan a la 'normalización' de la abstención, a quienes han visto 'razonable, dada -dicen- la naturaleza de estos últimos comicios, que menos de la mitad de los ciudadanos con derecho a voto hayan ido a revalidar su ser ciudadano.
Y de la misma manera que a las izquierdas, a sus candidatos y candidatas, a sus representantes en general, se les exige más honestidad, más transparencia, más dedicación, más limpieza (y menos mal, pues si se les exige es porque se les supone), las organizacciones políticas y sociales de la izquierda deberíamos exigir de la ciudadanía progresista el ejercicio de su libertad. Decirles bien claro que la libertad es aquí obligación irrenunciable: 'obligados a ser libres', como recordaban aquellos primeros existencialistas. Y, en correspondencia, considerar a todos los ciudadanos, kantianamente, nunca medios para, sino fines en sí mismos, personas plenas de dignidad y de respeto, emancipadas, adultas. Sí, así,y deberían saberlo los estrategas de todas las campañas. Para sacudirnos, amigo Enrique, de la esclavitud de la demoscopia.
He leído, entre otros muchos análisis, unas reflexiones que se atribuyen a Saramago en la que invita a las izquierdas a recuperara sus fuentes de siempre. Y cita entre esas fuentes a 'los pobres, los necesitados y los soñadores'.
No es mal consejo. ¿A qué esperamos?.

1 comentario:

  1. Saramago,en mi opinión, ha sido y sigue siendo una de las mentes más lúcidas del paronama político y literario.
    Esa frase que dejas al final,atribuida a él es un mensaje eterno,sin caducidad y que cualquier conciencia humana debería tener como norte y más si se sustantiva como de "izquierdas".
    Eduardo Galeano,cómo no lo vas a conocer,es una debilidad que siento desde hace mucho tiempo.Su compromiso y su lucha vital es todo un ejemplo de cómo muchas personas siguen creyendo en el hombre como esencia y existencia.Un hombre provisto de dignidad,libertad y coraje para comprometerse con su "prójimo"en su sentido existencialista.
    Como buen filósofo disertas sobre la libertad y el deber de ciudadanía.
    La libertad del ciudadano no sólo es un derecho de decisión esencial a su persona.Es un derecho ciudadano, y como ciudadano debería asumirse el compromiso que se tiene con el resto de hombres y mujeres que forman la sociedad.
    Libertad y ciudadanía no son puros conceptos,no son pura esencia.Al contrario son con conceptos dinámicos y nada absolutos ya que conllevan,en su propio carácter,el compromiso "militante"con el resto de ciudadanos(sociedad).
    No sigo porque tú me ganas en esto.
    Un abrazo

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