lunes, 28 de diciembre de 2009

ni santos, ni inocentes

Dicen las televisiones que es una tradicion ¡de 3 años!, y yo creyendo que el tempo de la Iglesia -la católica- era más lento. Dicen que celebran la familia, y por lo visto (en esas mismas televisiones) parecen sin embargo airados, como enfadados con el mundo (me imagino que también con el demonio, aunque no sé cómo les irá con la carne). Forma rara de celebración.
Enfadados. ¿Por qué? ¿Es que acaso alguien les impide formar la familia que les gusta, tener -si pueden- los hijos que gusten, cantar en público los gustos de que gustan?.
No. Quieren que su particular parecer, su gusto particular, deba ser parecer universal, guste o no a quienes parece que desviados andamos. ¿Pensarán que las nuestras no acaban de ser cabalmente familias?
Rara libertad la que proponen, donde no cabe más elección que la obediencia.
Ni inocentes, ni santos.

jueves, 24 de diciembre de 2009

miguel

Ayer puse en este cuaderno sin papel mi invitación para 2010. Toda mi propuesta se encarnaba en la partitura de unos versos sencillos de Miguel Hernández, pastor, soldado (a la fuerza) y poeta. Porque me gustan, porque de él se harán pronto los cien años y tiene que estallar el recuerdo del que nunca murió porque su canción se canta en decenas de miles de labios.
Me llega después -por Floro, el músico amigo- que algún imbécil, con el apoyo de un puñado de deshonestos e igualmente imbéciles, ha perpetrado un libro con palabras dispuestas en forma de poemas.
Después de leer en la prensa una muestra me confirmo en la elegancia del español que leí en una carretera de Guatemala. Allí un cartel advertía de la prohibición de verter ripio en la vereda. Alguien ha tirado desperdicios en Orihuela, aunque se presenten envueltos en celofán municipal.
Y me sumo de inmediato a la propuesta de Florencio. La de limpiar el ripio sembrando la red de los versos limpios de Miguel, que tanto honra nuestra memoria.


Una querencia tengo por tu acento
una apetencia por tu compañía
y una dolencia de melancolía
por la ausencia del aire de tu viento.

Paciencia necesita mi tormento,
urgencia de tu garza galanía,
tu clemencia solar mi helado día,
tu asistencia la herida en que lo cuento.

¡Ay querencia, dolencia y apetencia!:
tus sustanciales besos, mi sustento,
me faltan y me muero sobre mayo.

Quiero que vengas, flor, desde tu ausencia.
a serenar la sien del pensamiento
que desahoga en mí su eterno rayo.

(De 'El rayo que no cesa')

miércoles, 23 de diciembre de 2009

anticipación

No me gusta desear felicidad a plazo fijo y en fechas previamente señaladas. Más me gusta extender el deseo más allá de estaciones y paisajes y geografías. Que sea ecuménico, universal.
Pero no consigo disciplinarme (ojo!, nadie suponga que disfruto -o necesito- de azotes) y caigo siempre en el vaivén de la respuesta a las felicitaciones con todo tipo de (buenos) deseos que recibo. Y pongo en marcha, entonces, mi invitación para el año que ya se anticipa. Que me gusta hacer, y mucho. (Y aunque mis alumnos de entonces -felices ellas, y ellos- puedan recordarme incitándoles a pensar de dónde obtenían su fortísima convicción de que efectivamente llegaría un año nuevo, que sería además posterior al presente en (el) curso: dolores de cabeza con nuestro invitado Hume, que nos enseñaba la fuerza de la fe -believe- y la costumbre).
Invitación que es incitación, que no deja de tener un mucho de fe y un algo de costumbre. Y en este año de crisis y de nieves que se va agotando lentamente, como si tuviera los días contados, he querido invitar/incitar a la esperanza -que es espera con fe y con tesón- y a la alegría, que es sonrisa y luz y día.
Esa esperanza es Miguel Hernández, pastor y poeta. Sus poemas son partituras, música que mecen las palabras. Tanto que, tocándolas, se puede cambiar el mundo. O la vida. O la historia.
Aquí queda. ¿Aceptáis?



Esperar. No cansarse de esperar la alegría.
Sonriamos. Doremos la luz de cada día


(Miguel Hernández)



… y en este 2010
que deseo feliz y generoso
te propongo
probar nuevas formas de decir
ánimo, gracias, estoy aquí,
cuenta conmigo, te quiero
,
miradas nuevas para compartir
la alegría del mundo,
de ésas que sueñan
con cambiar la vida.
Sé que quieres:
vamos juntos. Y libres.

La música, aquí

sábado, 5 de diciembre de 2009

Evita en el balcón de la plaza de Oriente


Los jueves, en la 1 de tve y después de Cuéntame, vienen pasando -por capítulos- documentales que celebran los 50 años de la presencia de la televisión en España. El archivo de la cadena pública es una auténtica joya, quizás la mejor fuente para leer la historia de este último medio siglo y ver cómo pasan modas, tiempos, músicas, políticas. Alguien ha dicho de él que es 'un lujazo'.
Hoy he visto, grabado, uno de esos capítulos, el más inteligente de cuantos he tenido la ocasión de seguir. Cuenta las historias que suceden en las calles (con sus plazas) de España, cuenta el cambio ocurrido y, de manera tan sencilla como magistral, lo que permanece bajo/a pesar de/más acá del cambio: como agazapado y, por ello mismo, difícil de precisar, como pegado al alma húmeda -que así se me ocurre ese volkgeist a la española- de nuestro pueblo tan de secano, como si se encontrara diluido en el agua con que riegan las calles y las plazas esas mangueras de antaño, en el agua sucia con la que friega la acera -rodilla en tierra- esa mujer que es la quintaesencia de todas las mujeres siempre arrodilladas (en la iglesia, en casa, ante el marido, en el confesonario) de todas las historias de todas las españas. (Un apunte: erguidas y en pie, y nunca más de rodillas, fin de las historias de dominación, que así también se cuentan y así y sólo así las queremos).
El ser, pretendido ser, de España que queda, que permanece, redondo y macizo, eterno presente en su ser sin pasado ni futuro. Y el ser impermanente, en ese cambio que es y no es para dejar de ser y hacerse otro, devenir, en el agua del rio que nos lleva que es y no es la misma en su fluir como queda dicho en la metáfora feliz del viejo Heráclito (aquel que también habló de la guerra -masculino en griego, 'ó pólemos'- como el padre de todas las cosas).
Así los he visto, con los ojos del alma, a través de las imágenes de Aixalà (Josep Miquel), su autor, enamorado desde niño de las imágenes que son documento, maestro en la urdimbre de su banda sonora, señor de un montaje que es toda una lección de lenguaje y ritmo. Reparad en las secuencias de las cargas de los grises (y alguna más ya marrones) que funden en negro al ritmo de los disparos de botes de humo... ¡qué cerca los sentimos aquella tarde en la gran vía, protesta necesaria por Santiago detenido, la eternidad detenida en un segundo de aquel fusil que nos apunta!
Cantan los beatles let it be en las ventas, metáfora de la españa indemne tras el desastre de todas las riadas, y alterna el 0,7 con las sombras en negro de la semana santa omnipresente que se funde y se confunde con las multitudes acarreadas de la plaza de oriente. En ese balcón aparece, icono de los tiempos idos, la llorada Evita: sin descamisados, moño rubio y mito que descansa finalmente en La Recoleta (ficus gigante, sombra en La Biela).
Y ese mismo balcón -con su carga de personas personajes- boca abajo, símbolo del poder perdido, es la mejor lección del poder, inmenso, de las imágenes.
No podían faltar los niños. Ellos, y ellas, mirada de ojos profundos y sonrisas, polo y helados, son sin duda lo mejor de estos cincuenta años. Lo mejor de la historia de las Españas, son siempre el deseo de ser, ese no cambiar en el cambio, por siempre futuro.

domingo, 29 de noviembre de 2009

y van más veintes

Veinte años sin Pci, aquél gran partido de pensar en grande: Ingrao, Berlinguer, Ochetto, y antes -y siempre- Gramsci.
Veinte años sin Leonardo Sciascia, que fue un tiempo diputado del Pci. Una lección moral. Y magistralmente escrita. Probad cualquiera de sus libros. ¿Y empezar con la delicia de los relatos de Il mare colore del vino?

de educación: autoridad y fracaso

Uno. En lugar de hacer de la educación una multiplicación de oportunidades, se empeñan en que debe ser una carrera de obstáculos. Y se alegran cuando alguno cae. Más, si ese uno no se levanta. Engordan así el porcentaje del 'fracaso'. Y sonríen satisfechos: ése es su éxito.
Pertenecen a la estirpe de los que quieren borrar del mundo cualquier sombra de felicidad o de placer. Si no es con sufrimiento, al parecer no tiene mérito. Lo sabemos de antaño: la letra, mejor con sangre.

Dos. Una cuarta parte de los alumnos y las alumnas de nuestra educación secundaria no alcanzan el título de graduado (un elevado porcentaje porque han suspendido algunas -tres o más- de las materias que estudian). Son, para esos mismos de antes, el 'fracaso escolar', los fracasados.
¿Y acaso no es más oportuno -y más justo- pensar que después de diez años, al menos, de escolarización son muchachas y muchachos competentes en muchas y muy diversas competencias?. ¿Acaso no sería más deseable que, en lugar de cerrarles todas las puertas -triunfo final del obstáculo que trunca la carrera-, pensáramos en reconocerles esas competencias suyas, y aprovecharlas?

Tres
. Tienen dieciséis, diecisiete años. No titulan. No pueden continuar (o tienen que buscar algún agujero en la coraza, o esperar a tener más años). ¡Lo tienen más que merecido!
Aquella chica despierta, por ejemplo, que no hizo bachillerato -escribía muy bien, y quería estudiar literatura- porque alguien dijo que con él no aprobaría nunca las matemáticas (y no las aprobó, claro).
¿Tiene alguien derecho a clausurar la vida a los dieciséis? ¿Se puede saber en nombre de qué?

Cuatro. He conocido a decenas de alumnos que sin mucho esfuerzo han hecho carrera. Y a otros muchos esforzados que no lo han conseguido. De otros tantos decimos que no hacemos carrera de ellos. ¿Se trata de esfuerzo?

Cinco. Sin autoridad no hay formación. Sobre todo, sin la autoridad de padres y maestros. Algunos, sin embargo, pretenden hacernos creer que la consideración legal de autoridad pública (que no les vendría, en todo caso, de su ser maestros sino por su condición de funcionarios) añadiría autoridad a quienes la entienden mermada cuando, en realidad, vendría tan sólo a incrementar la pena: de falta a delito, de infractores a delincuentes. De la educación en la convivencia -con sanción si es precisa, y autoridad- al derecho penal.
Los más cínicos, que lo saben, me dicen: 'Así se lo pensarán dos veces'.

Cinco bis
. Creo que el maestro de Albert Camus no tenía la consideración de autoridad pública.

viernes, 20 de noviembre de 2009

viernes de Dolores, sábados de Gloria


De casi todo, decíamos, hace ya veinte años. Y hace días recordábamos muchos que son esos los que no está entre nosotros la presencia, imponente de sencillez y firme, de Dolores.
Dolores no necesitaba, entonces, de apellido ni de apodo. Había dejado de ser La Pasionaria para seguir siendo la mujer testigo, la mujer sombra, la mujer madre, la mujer entera, en su rostro todas las historias de la historia de su España.
Dolores que baja a la mina y sube a la tribuna del Congreso de los Diputados, Rafael Alberti de plata a su lado. Dolores que entra a la cárcel para que de la cárcel salgan los presos sin culpa. Dolores que vibra de pasión y de ternura en el adiós a esos muchachos que aprenden para siempre el castellano del soydelquintoregimiento y del aycarmela brigadistas e internacionales. Dolores que esconde a unas monjas y las salva. Dolores que aguanta los fríos del exilio con el calor de la carta de su hijo caído y al calor del sueño del regreso.
La Dolores que aguanta serena el calor del debate -comitéscentrales interminables, irreales algunos- tiene el perfil de mi abuela Gloria, su moño cuidado, su sentarse erguidas, como una manera de decir y de mostrar respeto. Tan señoras las dos, de sencillas.
La Gloria sin hombre, cinco hijos y pan para el hambre. Gloria en la huerta y a pie, la noche, caminar hacia Ocaña. Tantas Glorias como las que hicieron una historia aún por escribir de dignidad y entereza. Vencidas que no reconocieron la derrota ni depusieron las armas del amor y la esperanza. Mujeres a la espera.
He tenido la suerte de tener cerca en mi vida mujeres de una pieza, frágiles por fuertes, tercas y tiernas. Glorias y Dolores. Dolores que son capaces de subir con uno a la gloria de los cielos, Glorias que saben cómo fabricar el bálsamo que alivia todos los dolores.
Benditas sean.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

muros

Que veinte años no es nada. Y, como de casi todo, ya hace veinte años de la caída de aquel muro que partió Berlín en dos.
Mi experiencia del muro es una noche tranquila de aquel verano tardío en el otro Berlín de 1989. Un paseo por las calles próximas al hotel -había llegado a la ciudad ya de noche- y una pared de blanco inmaculado que ni hubiera visto de no ser porque cortaba, tajante, la calle apacible de mi paseo.
Con el muro había topado. Ni alambradas, ni torretas ni barreras, ni guardias soldados. Una pared blanca sola. Un encuentro duro por su misma sencilla desnudez, por su romper lo cotidiano de un paseo tranquilo en una noche de septiembre, por esa perplejidad para la que no me encontraba preparado, esa anomalía. Tan alejada de la parafernalia icónica que era ya entonces memoria de mi generación.
Ví al día siguiente la cicatriz absurda desde la torre restaurante de la televisión, cerca de la Alexanderplatz. Y no logré acostumbrarme a llamar a aquello 'frontera interestatal', como lo hacían mis anfitriones ('todos los Estados tienen fronteras, también ustedes') amables y educados, orgullosos de estar construyendo la sociedad socialista: aquel año, me decían, habían conseguido producir el trigo necesario para ser autosuficientes, es decir, libres -¿lo dirían en serio?- de la dependencia capitalista. Mientras, los silos de la UE a reventar y las autoridades capitalistas (de allí mismo, a dos pasos, a una estación de metro) sin saber qué hacer con los excedentes.
Les pregunté por las razones que movían a cientos de ciudadanos de la RDA a dejar su país en esos días por los pasos fronterizos de países vecinos de aquel telón tan frágil que alguien nos hizo creer de acero.
La respuesta, ahora, ya no tiene interés. En dos meses el muro empezaba a ser recuerdo.
Y bien está así. Ya memoria. Y en la memoria deberían estar todos los muros. También los de la indecencia, el dogmatismo y la ignorancia.

sábado, 7 de noviembre de 2009

noviembre

Noviembre es mes de otoño y cumpleaños. Leyendo hoy a mis amigos (Antonio ha escrito de su infancia recuerdos luminosos, y Enrique recrea certeramente una de piratas) y recordando que le debo un recuerdo a Mercedes Sosa, que tanto me ayudó con mis clases -de filosofía, aunque también de las otras- y mi geografía sentimental, he regresado a un poema airado (y escrito por tanto de un tirón) que armé para una publicación de hace unos años sobre la memoria de la escuela.
Éstas eran mis memorias de entonces. Mi abuelo Pedro ocupaba en ellas, y ocupa, el lugar que tiene aún en mi vida.

Son mi infancia recuerdos de frío estufa y leña
raíz cuadrada con flores a maría frescor cerradas las ventanas
te invitan a la siesta
cuadro con ángel de la guarda que nunca supe bien
si protege a los niños que cruzan el puente o aguarda a que caigan
espadas en llamas
y miedo ¿y castigarles prenderles fuego?
foto: mapa de España bola del mundo bandera y águila (la tengo)
ella inmaculada y sonrisa detrás complaciente
escuela de las monjas y yo tres años y apenas recuerdo
pantalón corto jerseymarcelino botas duras que hacía para mí mi padrino
zapatero el maestro de la música que hoy llaman
director de la Banda y exilio y destierro amén

Frío estufa y leña
sabañones qué palabra qué picor qué dolor
primero cantar Isabel y Fernando como los vecinos esos nombres cercanos
y cómo entender ese imperar del espíritu
y en todos los sitios a cada momento la invitación: a morir aunque
besando eso sí
la sagrada bandera ¿y el ángel de la guarda?
y españa la nación poderosa que jamás dejó de vencer
a mi abuelo entre otros recién vuelto de redimir penas
por el trabajo
de albañil de peón de carpintero y a construir los nuevos imperios
la academia imperial por ejemplo de Toledo que sólo sabré mucho más tarde
y ya el general se cuadra y saluda
y enseñándome él y una monja sor Patro a leer y ya nunca lo pude dejar
la cartilla primera ‘me ando en la i’ de la iglesia pintada o en la t del tomate
la u de la uva en pueblo de viñas y mosto y vendimias
la cartilla segunda después el catón enciclopedia álvarez qué pocos libros
nunca más y ahora ya avidez
qué tristeza y miedo y temblor
de cura revestido presidiendo y negro y de oro capa pluvial y aquelarre
de quema de libros
¿de qué irían? ¿de qué sueños hablarían?
allí en la plaza frente a la iglesia ardieron también mis cuentos
que así se les decía entonces en mi pueblo a los ‘tebeos’
los míos sí que escondía robertoalcázar capitántrueno eljabato hazañasbélicas
sigrid el pecado y pedrín
que alguien a mi padre ¿sería el mismo cura? le dijo no son buenos
Son mis recuerdos la escuela de la villa a cubrirse ar y caraalsol
prietaslasfilas
y de nuevo a luchar a morir alegres la patria de escuadras
¿no la del albañil dices? recias marciales impasibles ademanes
y aquel libro de huérfanos que recorren españa y me hace llorar
solidario yo y triste y casi guerrero -y nunca haría la mili marcial-
contra la injusticia y el odio de los malos
¿odio, mi abuelo y los pocos abuelos que con él volvieron?
Y confusión y mucha rabia y descubrir poco a poco la verdad
del silencio
de lo que no se habla de eso no se habla ni hablar que no
y a callar
como butano el color que recuerdo de aquel queso
‘donación del pueblo americano al pueblo español’
como el colchón de hojas de pino que usaría después pasado el mar
y de buen color aquella leche fruto del polvo de bidones grandes
sobrante de Corea
con grumos si hoy doña Amalia no remueve bien
caliente sabrosa de espuma que se queda en el borde del vaso
plegable
del vaso de llevar de casa y de azúcar en papelina bien dobladas

Recuerdos tengo de tardes y juegos pídola tocalé bolas y trompo
que chicos de madrid decían canicas y peón o peonza sí finos
el clavo -calles que no han visto asfalto- que corta y parte y reparte
el territorio
hendiendo la tierra repisada y dura
la comba no que es de chicas y el escondite y la taba y la correa
a médicos no ni hacer guarrerías ni a familias el mismo cura decía
el mismo de no cumplir él mismo ni el sexto ni otros
la amenaza siempre la oscura la muerte la hoguera que quema
para siempre

Los domingos son de más recuerdo de gaseosa pipas y cine
el cine pura alegría qué ganas ir con los buenos ganar
el recuerdo se aviva y se aleja en Santana
que así llaman todos al barrio aquél de mis sueños primeros
que allí crecí
y supe después cuánto después que no que así sí: santa Ana
¿escuela? nave estrecha estufa bancos pizarrón y un cristal roto
corral y retrete y sarmentera para el frío la estufa
barrio de pobres más pobres cuánto los quiero
mocos y talega descalzos todavía algunos fin de los cincuenta
don Eugenio mi maestro mi mejor recuerdo sin saber sus estepas
¿de la azul división?
raíz cuadrada leer leer pluma tintero y secante caligrafía
la letra ¡gótica!, la aritmética dibujar calcando
primera comunión obispo de almirante confirmación
qué guapa mi madre en la foto

Mis recuerdos de entonces no alcanzan a ver ni vara ni palmeta
vendría después, la palmeta
en Madrid con el ingreso con la emigración, sí, extraño
y ajeno y dolor
que se me daban mal el análisis gramatical y el credo

Para entonces había yo perdido ya
la inocencia y a mi pueblo.

martes, 3 de noviembre de 2009

Ausencias

Ayer fue José Luis López Vázquez. Hoy a mediodía, Francisco Ayala. Y me acaba de llegar la noticia de que en la noche del sábado murió Claude Lévi-Straus.
A cada uno lo suyo, y a los tres mi respeto.

De crucifijos, aulas y respetos

"La presencia de crucifijos en las aulas constituye "una violación del derecho de los padres a educar a sus hijos según sus convicciones", y "una violación de la libertad religiosa de los alumnos". Eso ha establecido hoy la Corte europea de los Derechos Humanos de Estrasburgo, en una sentencia histórica -es la primera vez que el tribunal se pronuncia sobre la presencia de símbolos religiosos en los colegios-, que da la razón al recurso presentado por una ciudadana italiana."
(De la prensa de hoy)

La Corte europea de los Derechos Humanos de Estrasburgo en su sentencia no dice otra cosa que lo obvio, aunque es importantísimo que lo diga.
Parecía obvio, como ya se había anticipado en alguna sentencia de tribunales españoles (colegio de Valladolid) y como he apuntado ya en algunas notas. Esa presencia en aulas de centros públicos era y es, a todas luces, incompatible con la condición de España como Estado no confesional (y, por lo tanto, neutral en materia religiosa) que recoge la Constitución, y con el derecho de madres y padres a que se tengan en cuenta sus convicciones a la hora de la educación de sus hijos e hijas. Más cuando la pluralidad y la multiculturalidad de nuestros centros es una realidad creciente, y ese derecho debe asistir a todos, a los que profesan una religión (que no es siempre la que tiene al crucifijo como un símbolo, tan digno por otra parte) como a los que ninguna profesan.
Es muy importante porque se trata de una sentencia de este altísimo Tribunal que así lo dice (que sea reconociendo el derecho de una ciudadana italiana le da un cierto plus de interés, cercanía del Estado de la Ciudad del Vaticano mediante). Además, porque se recuerda algo que a menudo se olvida o se desatiende: que el derecho de los padres a educar a sus hijos según sus convicciones se debe predicar de todos los padres, y no sólo de unos determinados; que también los padres musulmanes o adventistas o budistas u ortodoxos –de credo- tienen, además de hijos, convicciones y derechos; que también las tienen –y por eso lo son- los padres ateos o, simplemente, agnósticos; incluso las tienen -y bien firmes- los padres católicos que no quieren que se imponga su visión de la tierra y del cielo a los hijos e hijas de quienes no comparten su religiosidad.
Es importante que se diga en una sentencia que la presencia concreta de un símbolo concreto de una concreta religión en un centro educativo público ‘viola la libertad religiosa de los alumnos’. El respeto de la libertad religiosa es, entre otras cosas, la ausencia de símbolos religiosos en un espacio público y común que, por su propia naturaleza, debe acoger y acoge a todos.

domingo, 25 de octubre de 2009

Calata


Miguel Calatayud, Calata, es un excelente fotógrafo. Y muy buena gente. De esa que lleva la humildad en la cara, y en los ojos un ansia enorme de saber. Tanta, que la sonrisa se le sale de esos ojos tan especiales, de los que acostumbran a mirar las cosas del mundo con las ventanas del alma.
Otro que nos regala, con solo abrir su blog, fotos de aire fresco, sencillas y profundas, misteriosas siempre como ese misterio que depara la fotografía cuando es relato bien contado, cuando se vuelve poesía (y no necesita, entonces, contarse).
Calata va anotando con sus cámaras las historias de nuestra tierra, contando con sus ojos y sus manos la Historia reciente de Castilla-La Mancha.
Un genio sencillo que se esconde entre lagunas de salitre y horizontes sin fin. Y que nos deja relatos de formas y colores como los que aquí os muestro.
Gracias, Miguel.

Los lunes, poesía

Rodolfo Serrano, antes que ser casi más conocido como padre de Ismael, ese chico que canta y enamora, era ya uno de los periodistas a los que daba gusto leer. ¿Recordáis aquellas crónicas de los debates en la Asamblea de Madrid? (Por cierto, aunque las crónicas ya no son, ni remotamente, lo que eran, ¿qué es de los debates?). Periodista lo sigue siendo, aunque sólo fuera por hacer bueno el lugar común de que hay profesiones -además de la de cura- de las que no se puede dimitir, y escribe tan bien como siempre, o mejor incluso, en un diario de los que llaman digitales.
También ha escrito libros, y alguna novela que quiso ser policíaca de personajes demasiado (ir)reconocibles.
Pero tiene Rodolfo una faceta que me gusta contar, por aquello de difundir y, sobre todo, compartir. Como un obrero diligente de la palabra nos regala en su blog todos los lunes -y a veces algún día más- un poema. Siempre suelto, ágil, de amor -y sus contrarios- las más de las veces, de nostalgia de manera permanente.
Un poema que llena los ojos de emoción y de ternura. A Rodolfo le gusta la gente, y le gusta el mundo. Puede, casi seguro, que no éste, por lo que sigue porfiando en cambiarlo. Aunque sea el que le proporciona el material de sus sueños, hechos felizmente palabra y corazón.

Cosas de la edad


No sé por qué me pasa. Será porque estoy viejo,
pero prefiero ahora el frescor de un gintonic
al calor de unos cuerpos que ya no me acarician.
Y una tarde perdida viendo pasar las nubes
a una madrugada de incierta pasión loca.

Será que pasa el tiempo, pero he de confesarte
que prefiero una charla sobre libros o cine
a promesas de amor que no puedes decirme,
y, si puedo elegir, me quedo con la risa
de una mujer extraña que me mira en el metro.

Es verdad que el recuerdo de tu sexo y tus labios
todavía me conmueven en las noches de insomnio.
Y que te añoro tanto como si nunca hubieras
sido aquella mujer de sueños y metralla,
cuando sólo tenía tu nombre para ahogarme.

Pero, ya que lo digo, tendré que confesarte
que confundo tu piel con la piel de las otras.
Y dudo que tus brazos pudieran contenerme
más allá de los veinte segundos del orgasmo.
Y no sé si podría fumarme un cigarrito.

Así que así las cosas, esta tarde
hagamos el amor en estos versos
que no serán los últimos,
amor, que yo te escriba.
Y ni siquiera serán los más sinceros.

miércoles, 21 de octubre de 2009

Belleza

Fue un momento irrepetible, por único. Como todos los que damos en llamar mágicos, difíciles de decir y contar, casi inefables. De esos en los que se hace tan presente cómo el lenguaje no alcanza para hablar cabalmente de la belleza, que es sensación y fruición, tan intensa a veces que casi duele, inaprehensible para las palabras (salvo cuando se hacen poesía, salvo cuando el amor habla).
De esa intensidad calma, la belleza que fue llenando el auditorio con las primeras notas del 'andante' tan especial del Divertimento en Re mayor de Mozart. 'Casi un minuetto', me dijo después el director, un Enrico Onofri vital y regalado.
Tocaban las y los jóvenes músicos de Sphera Antiqva. Sucedía en Toledo, un 16 de octubre.
La vitalidad se alojaba en el espejo de los zapatos rojos, y ligeros, de Émera, la chica del contrabajo. A caricia sonaba, y a sencilla naturalidad, la viola de Joaquín Riquelme.
Javier Ulises Illán cruzaba una mirada complacida con Ítaca, violín primero.
Y la emoción fue. Como una tregua en el mundo y en el afán de un día que se hizo así doblemente completo.

sábado, 10 de octubre de 2009

Sobre la indecencia. Una reflexión moral

El gozo de tener amigos se hace, a las veces, especialmente intenso. Aunque sea en la distancia. Y ese es el caso de Enrique M. de la Casa, que escribe como dios, si es que el don de la buena escritura alcanza a la inmortalidad, y piensa como un hombre capaz de pensar a lo grande.
Irónico y mordaz, claro como el agua clara que no pasa -todavía- por su río Tajo, inteligente y, por ello, con la carga a cuestas del pesimismo de la razón que de tanto en tanto alivia -bien lo sé- el optimismo de la voluntad, Gramsci que nos pesa.
Si no fuera así, desistiría(mos) de esa terca insistencia en la vindicación de la educación y la política. En la necesidad de esa educación para la ciudadanía democrática cuando una ciudadanía sin la guía de los valores de la decencia y la honestidad se declara dispuesta a votar (más) al partido del traje gratis, el jaguar invisible y la correa.
Lúcido y resistente, está asociado sin remedio al club de los reincidentes. Con el periodismo en el alma y la vida en un blog, es la suya una reflexión moral al filo de los afanes y los días. Magistral, sin moralina, a contracorriente si es preciso, y nunca a destiempo. Vean, si no, una muestra.

'Sensibilidad
Lucen de otra manera estos caprichos gurteleros. No son aquella caspa de abrigos y cafelitos. Estos son de la España imperecedera. No hay nada más que verlos y, sobre todo oírlos. Esa Ana ignorante de los jaguares que aparecen en el garaje del chalet; ese Costa caprichoso de coche y reloj; ese Camps nervioso por estrechar la mano de Obama, no son Aida o Juan. No, aquí hay un cutis curtido por centenares de años de comer bien. Ese cutis que te deja la cara como cemento y que impide el más mínimo balcuceo. No balbucean para pedir ni balbucean para justificar. Son generaciones entregadas a este cultivo monotemático de la ostentanción. Y al poco de rascar aparece el detalle chocarrero de las lumis al servicio de la contrata. Son de una manera de ser que no desentona. No hay nada más que oír a los creadores de opinión sesgada: no hay manera de que hagan sangre. ¡Ay si hubiera sido un hermano de Alfonso comisionado para conocer Cancún fuera de temporada! Pero ellos y España siguen siendo así.'

Del amor y otras soledades

Ví ayer El secreto de sus ojos, la nueva maravilla de J.J. Campanella, quizás lo mejor que he visto del cine argentino. Una película de amor -de mucho amor- y de soledades que se hacen compañía, en la que los silencios dicen tanto como los diálogos, enormes, de la mejor estirpe del buen cine. Una película en la que, más que mirar, los ojos hablan.
Hay culpa y pena, castigo, recuerdos (y recuerdos de recuerdos, recuerdos que se construyen y reconstruyen para armar la memoria, hasta quedarse -como un lenitivo- con los mejores). Y, siempre, amor.
Hermosa, bellísima, inteligente, cotidiana. Y apasionada. No en vano la pasión -Sandoval, Guillermo Francella, ese entrañable personaje, príncipe vestido de sapo, lo sabe, 'el tipo puede cambiar de todo, pero hay una cosa que no puede cambiar: no puede cambiar de pasión'- es ese hilo conductor invariable que describe mejor que ningún otro la identidad que permanece en nosotros más allá de todos los cambios.

La película me ha llevado a Eduardo Sacheri, coguionista, autor de la novela (La pregunta de sus ojos) en que se basa. Lo conocía como escritor de cuentos -y, sobre todo, de cuentos de fútbol, de 'la pelota'- y desconocía su oficio de novelista. Contar, y decir, el fútbol nos ha permitido disfrutar de algunas pequeñas (y no tan pequeñas) obras maestras. Leed esta De chilena, que aúna dos de los grandes afectos de mi pasión y mi memoria.

viernes, 25 de septiembre de 2009

Buenos Aires



He vuelto tres años después de prometérmelo, y esta vez con más tiempo: algo más de veinticuatro horas. Que fueron bien paseadas, acompañadas por la más grata de las compañías (gracias, Inés) y con lugar para la sorpresa.
Si Buenos Aires es el lugar de un sueño hecho de los materiales más nobles (las lecturas, sobre todo, la música siempre piazzola, ese acento con que se adorna el español de allá, el boca, recoletas y palermo, mis madres las abuelas que en mayo quedarán por siempre, nuestros hermanos a los que desaparecieron...), aquella noche el sueño fue carne (para qué buscar otra palabra) señoreada. La señora, un mito. Susana Rinaldi, señora y actriz y cantante y allí madre y hermana.
Cantaba Inés Rinaldi. Cantaba a Federico. Y allí, en las cabezas de plata y brillo en los ojos, son de república y alegría, exilio en españa, jaleo anda jaleo. Y en la piel toda la nostalgia.
Me invadió la nostalgia de futuro de las ocasiones especiales. Fue en Clasica y Moderna. Era lunes y septiembre: a punto de romper la primavera.
A la salida, una familia entera buscaba en las bolsas de basura.

domingo, 20 de septiembre de 2009

vendedora de nieves y aguas frescas

"¿Pudo doña Jacinta, una mujer indígena de 1,50 metros de estatura y 80 kilos de peso, secuestrar sin armas a seis policías de élite? Todo el mundo en su sano juicio respondería que no, menos un juez de Querétaro, en el centro de México, que la condenó sin escucharla a 21 años de prisión y la mantuvo entre rejas tres años y un mes. Hasta ayer. La Fiscalía General de la República, abrumada por la presión mediática, no tuvo más remedio que confesar que no tenía pruebas contra Jacinta Francisco Marcial, vendedora de nieves y aguas frescas."

Lo cuenta Pablo Ordás -gran periodista- en EL PAÍS de 17 de septiembre pasado. Y pienso en la vigencia de aquel realismo mágico que muchos dieron por muerto. O será que la realidad sigue imitando a la literatura.

jueves, 17 de septiembre de 2009

Santiago de nuevo y las fiestas patrias


No llueve en Santiago, aunque sí -esta mañana- en Isla Negra. He vuelto, en poco tiempo, dos veces, y en esta de ahora coincidiendo con la celebración de las fiestas patrias. El 18 es la fiesta que nosotros diríamos mayor, la que celebra la independencia y da inicio este año a la celebración del Bicentenario.
Estaré esta tarde en La Moneda, españolito de a pie, celebrando como un chileno que hace 199 años este país orgulloso alcanzó la independencia frente a España.
¿No será la mía la forma nueva de ser un patriota? ¿O no quedamos en que la única patria que nos es común se llama la humanidad?.
Patriota de reclamo, y al que no podré ya nunca volver a llamar Presidente, es ese espectro que se hace llamar José María Aznar, que acaba de pasar (ayer mismo) por aquí para apoyar a los herederos políticos -¿y algo más?- de ese asesino que fue Pinochet en la carrera hacia las presidenciales que se celebrarán en diciembre. Doblemente repudiable el 'patriota' Aznar, que olvida -si es que lo supo alguna vez- que su deber es apoyar a España y no contribuir a que todo se confunda: no entiende de diplomacia ni, por lo visto, de democracia. ¿Sabe acaso dónde está hoy la Democracia cristiana chilena?. ¿O será que su FAES y su PPartido apoyan al retoño pinochetista?. ¿Lo sabe Aznar?, ¿dirá algo la señora Cospedal?.
Mientras, las chilenas y los chilenos celebran la vida, y a la vida le dan gracias, por maestra doña Violeta. Y comerán asado y empanadas. Bailarán cueca (los más jóvenes, la cueca brava). Y tomarán, quizás demasiado. Pero es su día grande. Y por eso veo desde la habitación del hotel cómo se apresuran. No quieren llegar tarde.
Veré a la Presidenta Bachelet, con más prestigio ahora y más querida que nunca. Pena que lo tenga que dejar. Y volveré a ver a la ministra de Cultura, la modestia y la sencillez en persona -que en una actriz es mérito mayúsculo- conversando a cuerpo en la calle con la gente, y repartiendo besos (que yo me traigo el mio, uno solo, a la chilena). Y me han invitado a compartir la fiesta en la fiesta del PCCh: me dicen que será para ellos un honor, que nos quieren, que Neruda es de antes y de ahora y de siempre. Suyo y nuestro.
Me iré mañana, seguro que con nostalgia. Será la nostalgia de la viejita que salmodiaba, sentada cerca de la plaza de Armas, una hermosa canción que hablaba de estrellas y de ausencia y de belleza y juventud, la mirada lejana, como quien no quiere mirar por no molestar, y a la espera de alguna moneda: llegué tarde -como tantas veces, demasiadas veces ya- a agradecerle su presencia. Se iba yendo del brazo de un joven voluntario. Y no pude acercarle unos pesos, ni compré tampoco el libro -usado, de los de los puestos de la feria popular- que andaba hojeando cuando dejé de oir su voz.
Y me quedé sin saber de su canción.
Tengo ya motivo suficiente para regresar. Ojalá y sea para celebrar con ella, a la manera de los patriotas con causa, el bicentenario de nuestra común emancipación.

viernes, 21 de agosto de 2009

Ciudadanos

El ejercicio de la ciudadanía -participar, debatir, decidir, ser portador de dignidad- exige disponer de una renta, sea que mínima, que satisfaga y cubra las necesidades vitales. No hay ciudadanía si no hay renta. Aunque en euros se cuantifique en 420.
¿Tienen los ciudadanos menos derechos que los bancos? ¿A cuánto ascienden las 'inyecciones' de capital que tenían como objeto salvar la solvencia y el crédito de los bancos?, ¿a cuánto las que se destinan a garantizar que no haya ciudadanos sin renta alguna?

viernes, 31 de julio de 2009

Sin retórica

La muerte no admite retóricas. Y la pena del alma, tan difícil de echar fuera, se hace a un lado y se recoge para dejar que se muestre sólo el respeto y el dolor. Dos muertes más. ¡Cabrón aniversario!

sábado, 20 de junio de 2009

Hortensia y la causa de los pobres


En mi hija veo siempre el hermoso sueño del pueblo chileno y de aquel presidente íntegro que no dejó de atisbar, a las puertas de su muerte, las hermosas alamedas que se volverían a abrir para permitir el paso del hombre libre. Su presencia, la del presidente y la de su sueño, se sienten al pisar el patio de La Moneda, tan hermoso y limpio.
Pero en mi hija llevo sobre todo el recuerdo de una tarde de otoño en Copenhague en la que el frío no consiguió bajar la temperatura de los corazones que nos reunimos en torno a otra presencia, la de la entereza de dos mujeres, Hortensia Bussi y Joan Turner, esposas y ya viudas, la una de Salvador Allende y de Víctor Jara la otra. Nos congregó, tan lejos, la llamada solidaria de aquel canto que tantas veces nos conmovió y se hizo después tan nuestro: 'El pueblo, unido, jamás será vencido'.
Era el otoño de 1974, dictadura y muerte en España, muerte y dictadura en Chile. Conversé con las dos, emocionado a mis veinte años, y Joan me presentó a sus hijas. Cuando, años más tarde, nació la primera de las mías en una España en vísperas, su madre y yo le dimos por nombre el de Amanda Libertad.
Ayer me llegó la noticia de la muerte de Hortensia Bussi de Allende, Tencha. Cuando vuelva a Santiago me pararé a llorarla, como ya lo hice por Salvador y por Víctor y por Pablo, y por todos los ausentes, en esa hermosa plaza liberada. Y llevaré también claveles a su tumba.
Ahora que se me multiplica la presencia de Allende, se agrandan las de Pablo Neruda y Matilde, y hay nuevas noticias de la vida y la muerte de Víctor Jara, será mi homenaje. Y con él, el de mis hijas y el de las personas que más quiero. Románticos, sí. Y agradecidos.
Militaron todos, y todas ellas, en la causa de los pobres, la que nos recomienda como fuente José Saramago. Hay causa cuando, perdida en un rincón del diario de hoy, encuentro la noticia de que llega a mil veinte millones el número de personas que pasan hambre todos los días. Una de cada seis en este mundo incapaz de globalizar el bienestar, la felicidad. Cien millones más que hace sólo un año, porque se ha hecho más difícil el acceso de los pobres a los alimentos más básicos.
Hay causa. Es, si no existiera ese reparto desigual que afecta por igual al hambre y a la riqueza, como si trescientas cuarenta mil personas no tuvieran qué comer en Castilla-La Mancha. O cinco mil tan sólo en Alcázar.
¿Para cuándo la garantía de ese derecho humano tan básico como el de no pasar, ni morir de, hambre?. Mientras, aquí en España la jerarquía de la Iglesia católica anda empeñada en ocupar el puesto del legislador -sin pasar por las urnas, faltaría más- para castigar a todos los que no repudien ni condenen el aborto. Y en el Senado la derecha propone reducir los impuestos que gravan la compra de yates. Para atajar la crisis económica, dicen.
Gracias, Hortensia, por tu vida y por tu dignidad.

lunes, 15 de junio de 2009

laicidad, democracia, ciudadanía

Uno. La igualdad de los ciudadanos ante la ley y ante los poderes públicos que vienen obligados a respetarla y a cumplirla es condición misma de la democracia. Y los poderes públicos de la democracia deben ser, a su vez, y para preservar esa igualdad, escrupulosamente neutrales (no confundir con indiferentes) respecto de las ideologías o las creencias que los ciudadanos tengan o profesen (o no tengan o no profesen). Porque esa neutralidad es, a la par que garantía de la igualdad, condición del respeto a la dignidad de aquéllos (que nacen, no lo olvidemos, 'iguales en dignidad' y en derechos). Un respeto que legitima a los poderes públicos mismos.
Neutralidad y respeto son otros tantos nombres de la laicidad. Y una democracia sólo puede ser, estrictamente hablando, laica. O no lo es.

Dos. La mirada que se siente única aspira a totalizar el mundo. Y, por lo tanto, a excluir cualquiera otra de las miradas posibles (imposibles, stricto sensu, desde la que se legitima tan sólo pensándose a sí misma porque nunca podría pensarse en relación a otra que, por definición, no cabe). Como mucho, se avendría a considerar a las no idénticas a ella misma, a las no redundantes -pura tautología- pero parejas, meras aproximaciones, atisbos, manifestaciones imperfectas de la sola verdad que ella en su soledad representa y agota.
Una mirada así es negación totalitaria de la democracia, que es igualdad y respeto, y pluralidad. La democracia no es compatible con la mirada única y totalizante, totalitaria, que acaba destruyéndola. O la democracia alberga la pluralidad y la acoge y la sostiene y la fecunda, o, sencillamente, no es.
Democracia e integrismo son términos (y realidades) necesariamente excluyentes entre sí. Más cuando éste aspira -de no hacerlo, dejaría de ser- a definir y marcar, desde su parcialidad, las reglas mismas del quehacer de la ciudadanía toda en sus rasgos más relevantes: qué debo pensar, cómo puedo morir, quién con mi cuerpo, con quién(es) mis afectos, qué con los otros, cuál mi palabra.
La democracia que se ancla en la pluralidad como identidad sólo es si es laica. Es decir, si se abre a todas las miradas sin que ninguna pueda reclamarse como la única (ni siquiera si se quiere 'la más'). Y sólo si se reconoce como democracia en valores que son historia y cultura y hechura humanas sujetas al tiempo y a la imperfección -y nunca naturaleza y eternidad y dogma- se hace digna del nombre que la define, el de 'democracia'.

Tres. Ciudadanos, y no súbditos. Ciudadanos, y no grey. En democracia sólo el ciudadano, la ciudadana, es sujeto, actor, en su relación con la ley, con los poderes que de él, de ella, como pueblo emanan. No puede ser otra su condición.
Y la condición misma de ciudadanía es la autonomía. Se es ciudadano cuando uno se da a sí mismo, en diálogo con los otros más próximos (con el prójimo) y de acuerdo con la norma convenida (nunca impuesta por, nunca sobre-venida), las reglas de su actuar social en que la ética deviene política y el yo da paso al nosotros.
El ciudadano en su ser político no puede admitir alguien 'por sobre', que por definición no sería ya ciudadano y quedaría, pues, fuera o más allá/más acá de la polis. Lo dijo Aristóteles: o más que hombres, o menos, tales los dioses y las bestias. Pero ni unos ni otras están llamados al sagrado ejercicio del voto (tan terrenal, tan otro y distinto a los otros votos) ni se avendrían a contrastar sus razones (sus 'lógoi') con otros en la plaza pública, ágora o foro o parlamento.
Un ciudadano no admite un otro que no sea (su) igual. Porque un ciudadano no puede ser más (ciudadano) ni menos ciudadano que otro. En una mirada que es agregación, síntesis, acuerdo, consenso, convención, construcción a partir de muchas.
Por eso, a los ojos atentos, casi panoptikón, de los poderes públicos de una democracia amable iguales han de ser los ciudadanos sea cual sea su credo religioso. Incluso aquellos que no tengan -que así lo han querido- ninguno. Esos ojos que sí ven sólo pueden ser, para que así pueda ser, unos ojos laicos.
Laicos, luego neutrales. Laicos, luego respetuosos.
Laicos, luego de todos (y todas).

sábado, 13 de junio de 2009

abstención, democracia, ciudadanía

Tengo para mí que la abstención es una dejación de la libertad, una renuncia, siquiera sea -o afortunadamente lo sea siempre así- momentánea.
Si el fundamento mismo de la democracia son los sujetos entendidos como actores en su c(u)alidad de ciudadanos, y el ejercicio del voto es un momento y una acción fundante de esa democracia, cabría pensar en la abstención como un ejercicio de esa libertad que la democracia permite y en la que se sustenta. 'Puedo, efectivamente, votar o no votar: esa es mi elección', dirá el abstencionista.
Pero podríamos pensar, con tanta razón al menos, que en el momento del voto, y sólo en ese momento (salvo que nos enredemos en teorías esencialistas), un ciudadano es formalmente igual a otro: vale no por lo que tiene sino por lo que es. O, dicho de otra manera, tiene lo mismo que el otro: su voto, un solo voto. Su elección, junto a otras muchas, decide. Y dejar de decidir es, realmente, abstenerse del ejercicio de su ciudadanía en el momento en que se perfecciona de manera más rotunda e igualitaria: del ejercicio, pues, de su libertad.
No digo con esto nada contra las personas que dejan de expresar su decisión en cualquier elección, no. Sí contra quienes juegan a la 'normalización' de la abstención, a quienes han visto 'razonable, dada -dicen- la naturaleza de estos últimos comicios, que menos de la mitad de los ciudadanos con derecho a voto hayan ido a revalidar su ser ciudadano.
Y de la misma manera que a las izquierdas, a sus candidatos y candidatas, a sus representantes en general, se les exige más honestidad, más transparencia, más dedicación, más limpieza (y menos mal, pues si se les exige es porque se les supone), las organizacciones políticas y sociales de la izquierda deberíamos exigir de la ciudadanía progresista el ejercicio de su libertad. Decirles bien claro que la libertad es aquí obligación irrenunciable: 'obligados a ser libres', como recordaban aquellos primeros existencialistas. Y, en correspondencia, considerar a todos los ciudadanos, kantianamente, nunca medios para, sino fines en sí mismos, personas plenas de dignidad y de respeto, emancipadas, adultas. Sí, así,y deberían saberlo los estrategas de todas las campañas. Para sacudirnos, amigo Enrique, de la esclavitud de la demoscopia.
He leído, entre otros muchos análisis, unas reflexiones que se atribuyen a Saramago en la que invita a las izquierdas a recuperara sus fuentes de siempre. Y cita entre esas fuentes a 'los pobres, los necesitados y los soñadores'.
No es mal consejo. ¿A qué esperamos?.

lunes, 8 de junio de 2009

la genealogía del odio

Ya está. Hemos votado, y los votos se han contado. Gana el PP y de inmediato se oyen en Génova los gritos de 'Zapatero, dimisión' entreverados de alusiones a una supuesta 'nueva mayoría' y a una siempre buscada 'nueva fase política'.
Malos tiempos para Europa, éstos de neonacionalismo y marcha atrás, de fuerzas nuevas de las derechas de todo tipo. Reto importante el de la presidencia española en los seis primeros meses de 2010, que los discursos del señor Mayor y del señor Rajoy han comenzado a socavar.
He mirado los resultados, bien que aprisa, de provincias, pueblos y ciudades de mi región. Es pronto para un comentario sosegado, pero sería tarde si no nos empezáramos a preocupar desde mañana mismo. Para no equivocarnos de elecciones, para no equivocarnos tampoco de objetivos y de esfuerzos.
Pero lo que me ha traído todo el día de cabeza (además de no haber podido pasear la feria del libro madrileña y saludar allí a don Tomás Segovia) es no poder comprender de dónde viene y cómo se forja el odio, en no saber de su genealogía para intentar desmontarla cuando ocurre. Y ayer me ocurrió curioseando en las nuevas de una de las llamadas 'redes sociales'. Os cuento.
Viendo los comentarios acerca de un video puesto allí por el PSOE me llamaron la atención los de un usuario que se presenta con foto y nombre de mujer y escribe en catalán, con mayúsculas y reforzadas con signos de admiración, frases despectivas -con alguna escatológica dirigida a medio mundo- e insultantes que (iluso como soy) no me cuadraban ni con la dulce expresión de la foto ni con la condición de mujer y catalana con que se presentaba el sujeto.
Como que no quiero contribuir a la letanía de respuestas que se iban sucediendo en la red -todas ellas respetuosas, es verdad- pienso que reflexionar con su autor(a) fuera de esa escena pública podría contribuir a ese diálogo que está en el origen y la base de la política, de la polis. Dicho, y hecho. Y se sucede el diálogo que transcribo en su literalidad:

"11:47
Tolerància.
He visto, Laura, tus comentarios sobre un video del PSOE. No he querido comentarlos públicamente, pero sí mandarte un mensaje privado porque me apena que una mujer joven, y catalana, tenga tanto odio, tabto desprecio y tan poca tolerancia.
Soy un 'español' que aprendió a leer, escribir y hablar catalán, voluntariamente, a finales de los 60, y que desde hace esos mismos años ama, defiende, disfruta, con el catalán, lo catalán, los catalanes y las catalanas.
Mi último libro de poesía es de Joan Margarit. Y mi voto, de izquierda.


17:23
calla rata xarnega!!!!

19:56
No creo que nuestras vidas se crucen nunca, pero qué pena me das, 'Martínez'. Nunca una persona que se considere tal puede llamar 'rata' a otra.
Que la vida te trate bien, no como te mereces.
I visca Catalunya!

22:47
si si, ara crida: "visca catalunya" per complaure' m
au va, que se' t veu el pél
ets una puta rata xarnega sociata, q abans defensaria ejpaña que no catalunya
"

Hasta aquí el 'diálogo' y el intento, iluso de mí y torpón, de hacer reflexionar y llamar a la tolerancia. Conseguí, eso sí, añadir un par de epítetos más a la salutación inicial de nuestro interlocutor (que se decía 'Martínez' de segundo apellido) y que, por poco originales, no necesitan traducción.
¿Por qué, entonces, me ha rondado el episodio durante todo el día?. Porque no puedo entender que una persona pueda odiar así, además de equivocarse creyendo que trataba de complacerla y creyéndome, por tanto, débil ante sus insultos. Porque no entiendo de dónde nace ese odio.
Porque le he dado vueltas a unas cuantas preguntas: ¿Sigue mereciendo esta persona que, como me enseñó Kant, la considere un fin en sí mismo y nunca un medio?, ¿sigue siendo portadora de dignidad quien me la niega a mí, a su 'prójimo', a su igual?.
¿O no es ese 'nacionalismo' irracional por el que supura sino una más de las caras con que se envuelve el racismo, una restallante xenofobia?.
¿Acaso no tiene que ver todo esto con lo que ocurre en esta larga tarea de hacer Europa con otros valores?
Una consideración final. No ha menguado mi admiración por Catalunya ni por la lengua catalana y su cultura. Ni, sobre todo, por tantos amigos y amigas de allí que son para mi ejemplo de tolerancia y de respeto. A tots i a totes, la meva estima.

domingo, 17 de mayo de 2009

Antonio Illán


Leo a J.M. Coetzee, su Diario de un mal año. Poco a poco, que es una manera de hacer por que no se acabe. Como casi todo lo que he leído de él, una combinación de amor y desasosiego, en este caso de reflexiones -certeras, sin medias tintas- sobre el mundo de hoy y sus temores entretejidas (incluso en la disposición misma de la escritura) con la historia de un deseo en la edad tardía.
Hace años, antes de que la Academia se fijara en él para premiarle con el Nobel, y después de haber leído Desgracia, comenté con Antonio, el mágico don Illán de Toledo, un fragmento de la desoladora Esperando a los bárbaros. Después lo recordamos alguna que otra vez, cuando le llegó el reconocimiento en España.
Ahora no me resisto a citar un fragmento breve de este Diario... "Los amos de la información se han olvidado de la poesía, donde las palabras pueden tener un significado totalmente distinto al que dice el léxico, donde la chispa metafórica va siempre un paso por delante de la función decodificadora, donde siempre es posible otra e imprevista lectura".
Y no me resisto porque de lo quiero realmente hablar es de Antonio Illán y de poesía. Es decir, de amor, que es motor del mundo y de la historia, y que se hace letra y carne, color y luz, y sentimiento y sabor, en los Poemas de Amor que Antonio nos ha regalado.
Tenía que ser en mayo y trece para que Fátima la del misterio, en la que se mezclan canción de infancia, pastores y lentiscos, y salvación de Rusia (¿con Putín, dices?), aleteara en el presentador -soberbio, o sea, muy bueno- del acto y en los que en el acto y fuera de él gastamos canas (algunas, Antonio, dicen que nos visten de plata, poetas ellas, y que nos sientan).
Incitatus, esta vez, no acudió. Al menos no se dió al ver, que hubieran dicho nuestras abuelas. Porque es cosa del azar (¿o no?) que concurran a tu convite las fátimas cristianas y los maestros masones, a falta de otros prodigios que el encanto de Toledo y la venia de su alcalde nos podrían haber alcanzado.
A mi no me alcanzó -torpe y extemporáneo- esa continuidad del prodigio a la que invitaban el vino y la suavidad de la noche, que eché enteramente a perder. El tiempo se encargará de saber si he aprendido que el corazón está antes que la razón, por decirlo pascalianamente.
Que sepan los que esto lean que Antonio me ha dedicado el poemario a la manera en que se debe hacer cuando de amor y poesía andamos, diciéndome un 'te quiero' escrito que es el mismo 'te quiero' que en estas páginas sin tinta yo te digo, amigo querido.
Nos apasionan causas comunes. La lectura, entre otras, chicos de pueblo que aprendemos a leer antes de la escuela (tu madre, mi abuelo). La escritura, el decir pensado a cuya claridad ayuda el ser -incluso hoy- tarea de artesano que necesita de herramienta interpuesta, ya sea pluma o lápiz, máquina u ordenador: así lo haces tú, amasando palabras como si amasaras ese dorado pan del pecho con el que te basta, ecos del toledano panadero y escultor y de ángelgonzález. La educación siempre, que tendremos que seguir luchando por algo tan obvio como recordar -sin negar dificultades- que nunca ningún tiempo fue mejor: ¿o lo fue aquél en que, a falta de institutos y de recursos, los seminarios se llenaron de vocaciones más que dudosas, ¡y menos mal que los hubo y se abrieron, años de frío!. La política (con minúscula), que no es sino otra forma de amor, de búsqueda de la felicidad compartida.
Y el amor, claro, que como el ser de Aristóteles -ahora sí lo entiendo- 'se dice de muchas maneras' y de muchas y diversas maneras se expresa, se vive y se consuma. O los amores, que aquí el plural expresa mejor lo que no se deja encerrar en tan singular parquedad.
Algunos como tú tenéis, además, la dicha de saber decírnoslo a otros en forma de palabras trabajadas, bruñidas incluso de tanto sobarlas, en versos de sílabas contadas -o no, y se dicen libres, será que aparentemente no se someten a regla ni disciplina- que son trabajo que no admite más plusvalía que la del gozar compartido de esa capacidad de atrapar la luz de un instante, la claridad que ciega de un relámpago de vida que volcar más tarde al papel, ni más apropiación que la del permitir para siempre una evocación que tendrá ya no el tuyo sino el acento y el tiempo y el lugar, la angustia o el plácido esperar, la mordedura del deseo o el sosiego del reposo que cada lector, cada lectora, ponga y añada a tu intuición primigenia.
La libertad tiene nombre de poesía. Nacha Guevara, que quiere ahora cantar de diputada, la escribía con Mario Benedetti por las paredes de su ciudad. A don Antonio le alcanzó el valor para hacer del amor un camino que sólo con libertad se recorre ('juntos vamos; libres somos') y a don Pablo le dio permiso para vestir de azul los astros titilantes y ponerlos a tiritar en los versos más tristes. En los tuyos puede muy fácilmente verdear el azul, y en tiempos sin libertad hubieras debido responder de tu panteismo (Tú. Dios, tú). Algunos, espontáneos como cuando se dice de los que se echan al ruedo sin profesión, nos tomamos la libertad de traducir el sueño que se cumple: algo así como la lentitud de mi mano en tu cadera.
Sabes, Antonio, que el poeta, como el loco, poseídos ambos por los dioses, no tiene lugar en la ciudad. Desde Platón estáis expulsados, sin sitio. Mal encaje tenéis en otras posteriores: ni productores, ni guerreros, ni gobernantes. Pobre ciudad, pobre 'polis', tan triste a falta de quien cante al amor y a los enamorados.
En la nuestra sois sal (vale, que sea entre los dientes) y vida. Por ello, gracias.

PD. Te quiero confesar que hay un TTQ que me complace especialmente. Y que en todo libro hay un sino: si no lo hubiera sería más perfecto, pero menos humano.

sábado, 9 de mayo de 2009

Florencio


El azar, ese complemento imprescindible de la necesidad, me ha devuelto al presente el recuerdo nunca perdido de unos amigos a los que, aun en la distancia, he seguido queriendo. El azar del encuentro con su hija Helena (me gusta más con hache), el azar de una cena a la que previsiblemente no iba yo a asistir, el azar previo de un autobús madrileño, de un programa, de unas jornadas. El azar de Europa, asunto que me trae ocupado en estos meses (realmente, en estos últimos veinte años).
Florencio (Floro) es el recuerdo de un amigo apreciado, sensato, maduro, con el aplomo que a mi me faltaba, divertido cuando quería, guasón, transparente, reservado casi siempre, poco amigo de muchas de las locuras que otros hacían (hacíamos). Un chico de pueblo, como tantos chicos de pueblo que nos vimos llenando las aulas de aquella Universidad de los primeros 70, que teníamos ese aire que luego ha descrito tan bien uno de los nuestros, Antonio Muñoz Molina, de soñadores que íbamos a comernos el mundo (si nos renovaban la beca que nos permitía estudiar, además del esfuerzo de nuestra familia) y de extraños, casi intrusos, en un mundo -el de la universidad minoritaria, con no más del 1% de estudiantes hijos de trabajadores- que no se había hecho para nosotros lleno de chicos que hablaban -y, sobre todo, andaban- de otra forma y de chicas de casa bien que en ocasiones eran campeonas de golf. Un aire y una manera de vestir que nos delataba, y una situación histórica nueva que nos ha marcado para siempre. Chicos y chicas (menos, todavía no las dejaban) de pueblo empezando a cambiar -sin saberlo- la Universidad y haciendo por cambiar -sabiéndolo y queriendo- la historia, que estudiamos y vivimos nuestros años más jóvenes bajo la atenta mirada de una policía gris que acampó durante años en aquellas facultades con cuartelillos.
Alli soñamos y estudiamos, nos hicimos amigos y mayores, compartimos lecturas y enseñanzas, hicimos guateques y hacíamos como que éramos expertos en hacer el amor, años todavía de más lectura que práctica, marx, erich fromm, wilhelm reich... Pero Floro me hace ver que nos ha quedado sobre todo la música de Cat Stevens y aquel 'Ruby my love' en que se utilizaba el griego (el idioma, sí).
Después, tal como era, Julia apareció de verdad en su vida y fue como si la eclipsara para nosotros, para todos los demás. ¡Qué suerte, pensé, y que acierto el de ambos!, ¡y qué felices os veía!. Ahora, cuando recuerdo los momentos más próximos (fiesta del Pce, cuesta de moyano) me parece como si no hubiera pasado el tiempo.
Hay otras historias. Gaspar nos dejó, aunque sigue con nosotros siempre que nos vemos. Hubo un 1 de mayo al que me ha llevado esa Internacional con otro sabor que me regalas que quizás debamos dejarlo ya sólo en la memoria y en el olor a lentejas quemadas. Y las tardes de tute, que nunca quise jugar.
Y, sobre todo, la aventura de aquella televisión en blanco y negro, Isabel Clara Francia, lectura compulsiva, Summers, Criado de Val, de la a a la zeta. Recuerdo de retratista de los de antes, cámara de fuelle, con Domingo, y yo veinte años no cumplidos. Fue en Santiago, en el Congreso de Filósofos Jóvenes que no fue. Que así lo quiso el Régimen y lo evitó eficazmente la policía.
Ahora maestro, feliz que se te ve con tus chicos y la música, dices que a punto de poder dedicarte a lo que te gusta.
Te llamaré para vernos las canas. Te daré las gracias por tus elogios. ¿Vale un café?

martes, 28 de abril de 2009

italiano


Aunque Carla Bruni, de visita entre nosotros en estos días como Madame Sarkozy, sea italiana, no es la causa de mi ya antiguo amor por Italia, por la lengua italiana, la más musical de las que conozco y sin duda alguna una de las más bellas, por su literatura y por su poesía, por su cine.
¿Cómo no emocionarse con las canciones más hermosas, especialmente cuando te pienso?
En la Brigata Lolli podréis encontrar más (emociones).

sábado, 25 de abril de 2009

más Rosa

La decisión de Rosa Aguilar, que ya comenté muy brevemente, está dando que hablar. Yo espero igualmente que sirva para dar quepensar. Y alguien que piensa, y lo escribe certeramente, con prudencia y claridad hace un comentario que no me resisto a compartir y que firmo y suscribo del inicio al final. Es de Enrique Curiel.
Les vendrá bien a los y las progresistas en general, a la buena gente de IU (la hay, claro que sí, y muy buena) y, si bien lo quieren, a muchos compañeros y compañeras de ese gran partido (y hablo, al hablar de partido, de las gentes: militantes, amigos y amigas, simpatizantes, votantes, sufridores críticos) de la izquierda española y europea que es el PSOE.
Los que no nos hemos arrepentido, y sí hemos aprendido, nos volvimos a emocionar ayer viendo La2 y un fragmento de la historia reciente que condujo a una España recuperada: Bucarest. La memoria perdida. Ver a Solé Tura con su nieta, la dueña del secreto, en el laberinto, recordar a Comín y su clarividencia de comunista en la Iglesia y cristiano en el Partido, sentir un nudo en la garganta al ver de nuevo a Miguel Núñez poco antes de morir, el paso lento y fatigado, me llevaron a la memoria de mi abuela Gloria, la pobre, que no lo llegó a entender nunca: 'Hijo mío -me decía-, no sé por qué en la radio de la tía Fidela se escucha a Manolo Escobar y aquí en la nuestra no se coge más que la Pirenaica'.
Cosas de un tiempo cuya memoria, amiga Rosa, Enrique amigo, no puede caer en el olvido porque la llevamos grabada a fuego en nuestros sueños más jóvenes.

jueves, 23 de abril de 2009

Marsé, contra la literatura "del ombligo" · ELPAÍS.com

Marsé, contra la literatura "del ombligo" · ELPAÍS.com

23, de libros y memoria (y una Rosa)


Esta mañana me he vuelto a enamorar de la lectura, y he vuelto a renovar mi amor por los de siempre, por los que siempre pierden. El responsable, aunque yo diría más bien que sólo a medias, Juan Marsé y su palabra en el acto de recepción del premio Cervantes, que se ha hecho discurso modesto y lúcido, entrañable e irónico. Si no me delata mi torpeza, un poco más arriba se podrá leer.
Una lectura que comienza con el acierto de mencionar a Gamoneda y Gelman ("como si la poesía me tendiera la mano")y se mueve en el hilo frágil que desvela y teje la relación entre apariencia y realidad, ese eterno conflicto tan real como aparente del que se viene ocupando la palabra desde que es lógos (con Platón, y antes Heráclito y Parménides) y en el que sustentan el cine y la literatura, y puede que la vida misma.
Unas palabras sabias que hablan de la imaginación y de la memoria como ingredientes necesarios del escritor y en las que se narra (el lenguaje como cine)el episodio triste de una quema 'preventiva' de libros, de cartas y de fotos convertidas finalmente en 'mariposas negras', en 'ceniza fugaz' de las palabras y de las ilustraciones.
Oyéndole decir que no fue, ni lo quiso ser, 'el escritor obrero' que en él algunos barruntaban, pero que tampoco le habría disgustado, y afirmar que no se considera un intelectual sino 'un simple narrador' al que le asusta que la teoría asome su hocico impertinente, y traer a la mañana de Alcalá los versos limpios de Machado, me vinieron a la memoria mis lecturas de Marsé, el enorme placer, la intensidad, las ganas de que no se acabe nunca y la necesidad de seguir viviendo sus historias.
Lo he recordado esta mañana con mi amigo Rafa Asín, que tuvo la suerte de ser su vecino. Y he vuelto a evocar esa relación extraña que he establecido entre él, aprendiz en el taller de joyería, y el Espinosa (Spinoza, escribirán por ahí) que fue pulidor de lentes, filósofo que se ganaba el pan con el trabajo de sus manos. Quizás porque son las mismas las manos con las que trabajan las palabras, las que se esmeran en el lenguaje tallando, puliendo, engastando ese material tan sensible del que están hechos los sueños. El material en que consisten la memoria y la imaginación, tan distintas y tan idénticas que acaban confundiéndose (y confundiéndonos).
No encuentro entre mis libros, no sé dónde lo puse, el que me falta por leer, aquel Encerrados con un solo juguete que nunca he abierto. Tendré que hacerlo antes de que el maestro nos regale con nuevos escritos.
Ayer, aunque no era oficialmente día del libro, compré algunos. El de costumbre por su cumpleaños para Pepe -esta vez fueron dos, que había que celebrar el amor nuevo- y uno para mí. El que buscaba especialmente no pudo ser, y sólo puedo adivinar el brillo de los ojos amantes y lectores el día en que lo encuentre y lo comparta.
El espíritu áspero, con olor de tinta recién impresa y que recuerda en el título a los chicos y chicas que estudiamos griego, de Gonzalo Hidalgo Bayal fue, junto con Completamente viernes (LGM) para Pepe. Otras islas, de Manuel de Lope, me espera tentador. Será esta noche.
Manuel de Lope tiene, como Marsé, un mundo propio de imaginación y memoria. Como Antonio Soler. Son los tres, con Muñoz Molina, alta literatura, fruición garantizada. Y forman parte de esa no tan amplia nómina de escritores españoles que a su talento suman ese horizonte de resistencia y de ética civil que nos devuelve la memoria al tiempo de los héroes anónimos, de los que aun perdedores supieron construir con dignidad los tiempos del presente.
Hoy, 23 de abril, en Barcelona es fiesta de libros y de rosas. Y en toda España, con un especial acento andaluz, hoy es noticia otra Rosa, la cordobesa Rosa Aguilar. Mientras muchos la apuntan ya -la sombra del sectario es alargada- en la particular lista de los traidores, otros muchos queremos decirle tan sólo que estamos convencidos de que Córdoba no pierde una buena alcaldesa sino que gana (y con ella toda Andalucía)una excelente consejera.

jueves, 16 de abril de 2009

abril


Un tiempo de casi obligado descanso me permite descubrir el paso acelerado del tiempo. Ya abril, cuando apenas despuntó la primavera hace días. Y este escaparate sin registrar nuevas hace meses (salvo la delicia de los comentarios de la Sargenta Pimienta, que lo renueva y lo revive).
Toca escribir, y me apetece. En especial después de que mi amigo Carlos (otros dirán el doctor Monroy) me haya 'revisitado', que así le gusta decir a él -y en francés, elegante y respetuoso con su maestro- que me ha vuelto a operar, para seguir obrando el milagro de restablecer la química de mi cuerpo, poco obediente a los paradigmas de la normalidad, a los rangos aceptables y comúnmente aceptados.
Han sido sólo 25 años los que han pasado (tiempo acelerado) desde aquella primera vez/visita, cuando los dos éramos, por más jóvenes, más sensatos. Hoy, al menos él, más sabios y, por lo mismo, menos conformistas. Sabio, y humano: así se lo quise agradecer y reconocer con el regalo de mi ejemplar de 'Ritournelle de la faim', el último de Le Clézio que me compré en París en otra fecha señalada, y que me había echado al zurrón de las lecturas por si la estancia en el hospital se prolongaba.
Toca escribir para felicitar a las gentes sabias (y espero que felices) por el aniversario que siempre celebro: ese 14 de abril que recuerda la esperanza, la decencia, la ética civil y la alegría truncadas. Lo hice desde la habitación 1015, y ahora en este espacio que a todos llega, y no sin una cierta tristeza al ver en la prensa que el que fue tantos años mi Partido (el Partido, decíamos, y yo hubiera escrito incluso ayer 'mi' PCE) sigue empeñado en renegar de lo mejor de su historia, que es -en alguna medida- lo mejor de mi historia: de la Constitución que tanto nos costó, por la que tanto trabajamos, que tanto soñamos, por la que tantos tanto sufrieron.
Tiempo de sueños, de lucha y de recuerdos, de anhelo de futuro. De Partidos y de amigos. Sobre todo, de amigos. De la conversación -¡cuánto tiempo, Isabel!- con los que son tan de siempre que da igual qué tiempo nos haya pasado.
Teniendo estos días un presente tan inmediato como reciente que ocupa mi tiempo y mi sueño (Bruselas, comité de educación, ganas de más Europa, necesidad de abrir nuevos espacios comunes, euroescépticos combatidos con optimismos a prueba de (casi) todo como el mío), otro Carlos, otro amigo -y qué críos érais, ¿te acuerdas?- se 'cae' de las listas a las elecciones al Parlamento Europeo. Se ve que trabajar más que ninguno (dejémoslo, si quieres, 'como el que más') no es valor, sino demérito. Que creerse a fondo (y ahora, tiempo de crisis, más que nunca) que reforzar y hacer crecer, hacer más soberana y más competente, a la Unión es el único futuro que nos está permitido a las gentes de izquierda y progresistas, tiene valor escaso porque da igual quien allí nos represente (incluso que aquello de allí sea consuelo, descansadero o trampolín, que no causa por sí sola suficiente y apasionante).
No seré yo quien anime al desánimo, no. Pero sí quiero desde aquí, en este modesto altavoz de tan cortos vuelos, rendirte homenaje, Carlos Carnero, joven amigo, y darte las gracias, y reconocer tu trabajo.
No sé si lo harán los muchos que deben a tu esfuerzo y a tu entusiasmo que la Europa de la que tanto tiempo estuvimos expulsados siga siendo un luminoso objeto de deseo, pero sí lo queremos hacer tus amigos, los que tanto te apreciamos y te queremos.
Hoy dice la prensa, en portada y grandes titulares, que 'la crisis hunde la confianza en las instituciones de la Unión Europea'. Nos tocará, seguro, levantar de nuevo esa bandera. Y ahí estarás tú, y yo contigo, que nadie nos tiene que enseñar que luchar por lo evidente, a pesar de todo, merece la pena.

jueves, 19 de febrero de 2009

Jesús


Nos vimos, como todos los años (algunos he faltado) más o menos por estas fechas para hablar de Jesús (de Haro), que es como hablar de todos nosotros -él el hilo que nos teje y nos une-, para recordar sus hechos y sus dichos, sus poemas, sus lecciones, sus prisas, sus amores... y para celebrar su recuerdo, que es nuestra vida.
Hacemos presente el ayer, y nos contamos -casi sin decírnoslo- lo mucho que nos queremos.
Este año he querido escribir algo, y les he pedido que hagan suyas algunas sensaciones mías de estos años de atrás. Les he confesado así mi amor por todos ellos y mi agradecimiento: me han regalado su amistad, y al final de la lectura de mis versos también sus lágrimas de emoción.
En fin, ¡que vaya año de regalos!


Del presente y del ayer
(y una nota tal vez apresurada)

Lagunas de Villafranca, 14 de febrero de 2009.

Andaluz altivo, de Jaén
campeón provincial de catecismo,
soñador de batallas en Bailén,
fabricante de ensueños
y ladrillos,
a ratos jardinero,
transplantado en la Mancha, moñigón,
y amigo -y mucho, sí- de tus amigos.

No pudo contigo la muerte tan temprana.
Yo doy fe.
La damos los amigos
que al conjuro de tu nombre
(y puede que al rodar de tu apellido)
nos unimos
y en torno a un vino celebramos
la alegría de vivir, Jesús, hermano.

De ti hablamos. De aquel tiempo
de libros y de cine, de cerezas y de espliego
de terra sigillata, de sosiego,
Arcadia feliz, tren y cantina
y noches en el cerro con molinos,
Enardo fiel de cuentos y poesía.
Del viaje ritual a tu Granada,
de Plinio y las hermanas coloradas.

De la risa feliz de tu Daniela
cuando un bigote travieso y seductor
acaricia con suave cosquilleo
la rosada flor de su canela
(y tú, pudoroso y señor ¡un caballero!
de la imprenta retiras esos versos).
De cómo en la Roma tuya y mía
a la grappa no le amarga un amaretto.

A Malta derrotamos, doce a cero,
a golpe de cubatas, y triunfamos
de roqueros travestidos un buen día
don Francisco, Paco, Juan,
servidor y tú de punkis: el cantante, Cayetano,
y ‘los hijos del agobio’nos llamaron
al equipo directivo aquel que a punto estuvo
de ser expedientado.

En París cantamos a Neruda
y a La Maga y a Oliveira vislumbramos,
que no faltaron cronopios a la cita
en el céntrico Liceo, bien situado,
de chambres con por puerta una cortina.
Allí con Manolo disfrutamos
la visión fugaz, apenas si entrevistos,
de los cuerpos en flor de las muchachas.

En La Concha, de vuelta, recalamos
y nos dimos al placer de los gintonic,
mas nunca olvidaré la tarde en la frontera,
la canción de Feli y el silencio emocionado
(‘para que me recuerdes’ recuerdo que decía),
el brillo en los ojos de Yolanda
y en Paloma una sonrisa
de joven feliz y entusiasmada.

Están entre nosotros hoy aquí,
en estas que llaman playas de la Mancha
más amigas, y amigos que no cito
por no hacer de esta carta
una lista sin fin, interminable.
Permíteme, si acaso, que no olvide
al de la alegre figura, caballero
que responde por Edmundo y a Teresa,
su tan sin par compañera.

Que a Juliana no deje de nombrar ni a Juan,
que al pie de tu huella nos convocan
en esta mañana de febrero enamorado
a cuyo reclamo acude Elisa, presurosa,
y su Fernando, el de Osma, tu albacea
que sigue viajando al Tomelloso
blanco de bombos, como sabes,
de uvas y azulete (Dionisio en Nueva York
y al futuro abierto siempre el bar de Pepe).

No faltarán, seguro, ni Fausti ni Jacinto
a la cita anual con tu presente,
que descanso le darán a su eutonía,
y quizás no estén ausentes Pedro ni Javier,
ni Bibi. Vendrá Marisol, Juan vendrá y Ana, sí,
la chica del abril de los claveles.
Los hermanos, más que amigos, de Herencia
tan cercanos, vendrán cargados como siempre
de recuerdos, de nostalgia y carnavales.

Montse estará. Pero no Quina,
que en silencio, como tú,
se nos ha ido.
Acuérdate algún día de llamarla
y se lo cuentas. Dile
que también con ella celebramos
la vida y la esperanza,
los afanes y los sueños
de los que aquí te hablamos.

Te quisimos, Jesús, y te queremos.
Hoy eres tú nuestro pretexto
para reír de nuevo, congregados
por ti y en tu memoria,
para decirnos también que nos queremos
y que seguimos soñando
un mañana mejor y más humano.

Te esperamos, buen amigo, cuando quieras
que no podrán el tiempo ni el olvido
arrancar de nosotros la semilla
que tan hondo sembraste, jardinero.
Es invierno de nieves este año
y nos dicen sin embargo
que irá mal la economía, que la crisis
más difícil hará para todos el día a día.
No funciona, parece, ya el refrán.

Y digo yo que a mal tiempo buena cara,
que juntos sí podemos (y hasta lo dice Obama)
cambiar el mundo poco a poco,
adelantar algo más, si cabe, la utopía
de hombres y mujeres capaces de vivir
sabios y libres, en paz, con alegría.

Ven con nosotros, te esperamos,
a brindar por que llegue pronto el día
en que los niños de Gaza y sus hermanos,
niños judíos de Palestina,
aprendan a cruzar sin odio sus miradas.
Ven pronto, te esperamos,
y tráete si puedes, buen amigo,
a Quinita cogida de tu mano.

sábado, 3 de enero de 2009

Blanco, negro y sepia: como regalo de reyes.



Ayer presentamos el libro más hermoso de cuantos se hayan hecho (y publicado) en mi pueblo. El empuje, de Teresa, un regalo y una bendición que les ha sucedido a mis paisanos, compañera de entusiasmos (en la educación, en la política, en el amor a la historia y, sobre todo, a sus protagonistas de siempre: las gentes del pueblo). La decisión, de Vicente Enrique, que va camino de ser un muy buen alcalde. Las ayudas económicas, de la Diputación y del Gobierno de Castilla-La Mancha y sus 'Legados de la tierra', y era de buena educación -y así lo hice- reconocer y agradecer al Presidente, José María Barreda, su colaboración para que la memoria de lo que fuimos y por la que somos no se pierda y se actualice.
Me hicieron mis paisanos y amigos el regalo de encargarme el prólogo. Un prólogo, que a duras penas pude leer, emocionado y nervioso, que dice así:

"Merodeaba por las calles todo el día, tenso y preparado para brincar, resuelto a ‘atrapar’ la vida, a preservar la vida en el acto de vivir. Ante todo, ansiaba apresar en los confines de una sola fotografía toda la esencia de alguna situación que estuviera desarrollándose delante de mis ojos"
(H. Cartier-Bresson)



Este libro que tienes en tus manos, querida lectora/lector amigo, es más, mucho más, que la soberbia lección de historia que atesora. Es, sobre todo, una declaración de amor completa. De amor, de vida plena.
Este libro es nuestra vida, la tuya y la mía. La de todos los que en sus fotografías se reconozcan -o reconozcan lo suyo, a los suyos- y por sus fotografías revivan. La vida que encendió la pasión de aquellos jóvenes que asistieron maravillados a la llegada del primer tren a una estación que, aunque ya no exista, por siempre será al ser fotografía: atrapada para siempre en la mirada de los que nunca la conocieron. La vida que impulsó a hombres generosos a levantar sus casas (y una que quiso ser de todos, la del pueblo), a construir templos y escuelas, a sembrar el trigo y cavar las viñas y plantar olivas con que hacer moler a molinos y almazaras, para hacer girar la prensa de la que mana el mosto.
Es la vida que da fuerza a sus mujeres (¡tan fuertes ellas, madres y abuelas, dios las bendiga!) para parir fecundas nueva vida y amamantar de sus pechos a los hijos al calor del fraile o a la sombra fugaz de la siega y, si llegara el caso, dejando por un momento el hilo en la vendimia. La fuerza para ir al horno cuando pan había, para enfrentar la enfermedad y amortajar a los muertos. Siempre limpias, erguidas, de medias y mandiles y pañuelos, polvos blancos y azulete, tablas de lavar, pan de amasar. Fuertes siempre. Y compañeras.
Vidas que se renuevan cada vez que una mirada (la tuya, lectora querida/amigo lector) las mira atenta. Da igual que ya no sean, ni el tren ni la almazara, ni el molino ahora en ruinas, ni esos hombres generosos ni las mujeres fuertes, que esa es cabalmente la fuerza, el poder enorme, el milagro de la fotografía: ayudar a revivir, dar nueva vida. Hacernos ser más nosotros, protagonistas al fin y no sólo espectadores.
La fotografía es, por su capacidad de evocación, de llamada, un arma eficaz contra el paso del tiempo. Por eso, cada una de estas fotografías que llenarán tu mirada, paisano amigo, te llevará aun sin tú quererlo a un ejercicio de añoranza en la que serás tú mismo creador del pasado, y estarás allí aunque el retrato sea el de una joven triste y en el aire la insoportable pobreza de aquellos años de hambre y de tristeza.
Y estarás conmigo, lectora amiga, en que los retratos son aquí el testimonio de inmortalidad que la fotografía permite y ofrece. Los personajes plurales que en el libro están se asoman al objetivo del fotógrafo (del retratista, que decíamos antes) con plena conciencia del presente y con un afán como de eternidad ansiada. Y así queda atrapada su alma, como si quisieran mostrar al futuro sus ganas enormes de vivir y de gozar. Y nos revelan, si hacemos un esfuerzo para mirar más adentro, ‘sus sueños más hondos y secretos’.
Porque uno se retrata para la posteridad, aunque el pretexto fuera, como antaño, el enviar -dedicada, casi siempre- una foto al novio o la novia, a la familia, a los amigos más cercanos.
A buen seguro que nos invadirá la nostalgia. Y es que las fotografías en que este libro sin palabras consiste -porque las palabras sobran cuando las imágenes hablan- retratan, más allá de paisajes o personas, edificios y casas, el alma indeleble del pueblo, de nuestro pueblo. Y el aire que no se deja atrapar, los sueños que sólo en el gesto asoman, el frío que en los sabañones se presiente, el orgullo que en las mulas de esmerado esquile y campanillas pone, caballero en una de ellas, su dueño. O el calor que en el pañuelo de las mozas, presumidas, se presume, o en los sombreros de paja de ellos en la trilla, el cosquilleo de las romerías (ay, sanisidros, palomares, jueveslarderos) ya en las vísperas sentido, o la emoción festiva de los días y los hatos de domingo, insuperable cuando la feria se acerca.
Nostalgia y añoranza, solidario el corazón con esos rostros serios, casi graves, de muchachos que estrenan traje, da igual si nuevo los que pueden o arreglado del hermano o prestado, de primeracomunión. Y con las risas, la frescura contenida, el alborozo de las mozas casaderas. Con el torero aprendiz que manda, altivo, a la cuadrilla: y qué más da si apenas hay presencia de apostura.
Nostalgia, y no añoranza, de los muchachos y las chicas de mi barrio de SantaAna que, descalzos, la talega por vestido, ni ocasión tuvieron de foto ni retrato. No los busques, que no están. Pero existieron. Doy fe, que en mi memoria viven y los quiero.
Y el campo, siempre el campo. Y el río, carrizos, ‘candiles’ y cangrejos, y el olor a pez pequeño que está ahí, sí, ¿no lo ves?, en esa foto en que el Gigüela tiene puente y tren y agua mansa.
Este libro que es regalo de reyes, compromiso con un pueblo y con sus gentes, trabajo largo y amoroso que conduce un corazón grande y amigo (gracias, Teresa, te queremos), nos enseña el latir de la vida y de los sueños. Los de la joven miliciana que esconde orgullosa en su puño levantado su ofrenda de libertad y de emancipación. Los del peón del ferrocarril consciente del poder certero de su trompeta que mueve trenes. Aquellos de esa niña rubia, y sola entre varones, de una Agrupación musical promesa de tantas glorias venideras, flordelamancha. Los que suman, casi doscientos, los chicos que acudían -las chicas por su lado, que eran tiempos de imperio y cartónpiedra- a las escuelas de la Villa. Los de Higinia y Engracia, cántaros de acarrear agua del pozo, firmes y guapas. El de Dionisio de corto, escuela del 31, primavera republicana, con el libro al que no mira por mirarnos a nosotros: a ti y a mí y a todos.
Este libro, que es ya de todos, es para mí -perdonadme la inmodestia- un honor especial que me hace inmortal ya para siempre, y para siempre niño con Julia en San Isidro junto al río, y un especial regalo: el que saca del olvido y nos ofrece la imagen de entereza y de humildad sencilla y generosa de Gumersindo, aquel alcalde, hombre bueno, que junto a tantos soñó con abrir esas grandes alamedas por las que volvimos a caminar juntos, de nuevo mujeres y hombres libres, los hijos y las hijas de su pueblo, La Puebla de Almoradiel.
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